23 de junio
Estamos de vuelta en el suelo, exhaustos después de exponernos en un festival de cánticos desentonados que hubieran horrorizado a cualquiera. Y, no obstante, ahí seguimos, tendidos sobre las piedras de una cala que ahora parece pertenecernos, mientras observamos las estrellas en un silencio que, por primera vez, se siente hogar.
El murmullo de las olas bailotea de fondo, como la banda sonora perfecta, mientras que el tequila ya está empezando a hacer de las suyas, calentándome las sienes y arremolinando el tiempo y el espacio a mi alrededor. Estoy algo atontado, sonriéndole al firmamento, dándole vueltas a una pregunta que lleva ya un rato resonando en mi cabeza y que, aunque me estoy esforzando por mantenerla presa, está cada vez más cerca de escaparse. Tanto es así, que siento que me quema en la punta de la lengua. Intento tragármela, de verdad que lo intento, pero, sin querer, en un descuido, se la escupo a Harry.
—¿Por qué me mentiste antes? —y espero un segundo, pero entiendo que puede quedar confuso, así que añado—. Sobre Lisa y el destino —me trastabillo.
He intentado controlar el vibrato nervioso de la voz, pero creo que se ha notado. Tengo el pulso acelerado y la sensación de que mi respiración pesada se puede escuchar desde el otro lado de la bahía. Él, impasible, se lo piensa un momento antes de contestar.
—¿Seguimos jugando? —es todo lo que pregunta.
Yo tengo clara la respuesta.
—No.
Le busco por el rabillo del ojo y me encuentro con que sigue perdido en algún lugar del cosmos, así que me armo de paciencia y espero a que organice sus ideas.
—Me apetecía pasar un rato contigo —confiesa.
El calor viaja desde las sienes hasta las mejillas y tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no girarme en el sitio, abalanzarme sobre él y besarle. Una parte de mí me invita a hacerlo, me chilla que es lo correcto, lo que toca; por suerte hay otra que contiene a la bestia, porque no sé si entiendo lo que quiere decir; así que me hago el tonto, escucho, por costumbre, a mi cordura, y me planto el escudo del humor, para variar.
—Pero si me tienes que tener aborrecido ya.
—Súper aborresido, sí —me sigue el juego—. ¿No se nota?
Se gira en el sitio y yo hago lo propio. Me mira con arruguitas en los ojos, sonriendo con las pupilas mientras sus comisuras se desdoblan en un amago que me resulta adorable. Yo le imito casi en un acto reflejo.
—Cuéntame un secreto —le parodio jocoso.
—Eso no es una pregunta —me sigue él, socarrón.
—Pero ya no estamos jugando, ¿recuerdas?
—Supongo que tienes razón —se rinde entre suspiros—. Está bien —acepta, incorporándose en el sitio—. La verdad es que... —se lo piensa un momento antes de soltar la bomba—, sé lo que le has pedido a la hoguera.
Tardo una milésima de segundo en asimilar lo que me acaba de decir y me incorporo hasta quedar a su altura, sin perderlo de vista.
—¿¡QUÉ!? —grito sin querer—. ¿Has cotilleado mi deseo?
—Well... —se lo piensa—, yes, but ayer me hablaste un poco sobre Lucas cuando te llevé a casa, así que...
«¿¡Te-ha-blé-de-Lu-cas!? —me pregunto en un grito mudo.
—Técnicamente... es algo que me has contado tú —zarandea las manos a los lados, en un intento por justificarse—. Además, tú también quisiste ver mi deseo y...
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Cuando aprendí a quererte
Teen FictionJunio de 2019, Rodrigo acaba de terminar el último curso de universidad y, tras meses contando los días para el que iba a ser el mejor verano de su vida, todo se tuerce. Su novio, después de cuatro años juntos, ha roto con él y Rodrigo necesita hui...