Capítulo 28

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28 de junio — Día 3


Llevo en pie desde las siete de la mañana, consumido por los nervios y por la curiosidad. Me ha dado tiempo a responder los mensajes que tenía atrasados de mi madre y de Milo (que mucha paciencia están teniendo conmigo), a hacerme una paja de emergencia (de esas que te previenen de acabar con dolor de huevos), a desayunar (dos veces, por la ansiedad), a recoger la habitación (que menudo desastre), a hacer la mochila (con cosas aleatorias, porque no tengo ni idea de a dónde vamos), a dar un conciertazo en la ducha (imitando las poses más míticas de Taylor Swift), a elegir el outfit del día (que, evidentemente, es negro) e incluso a calentarle la cabeza a la abuela con el viaje que Harry se ha sacado de la manga. Por suerte, ella está eufórica desde que anoche se lo conté al salir del cine; claro que, después de gastarnos un paquete de pañuelos viendo el final de Toy Story 4, cualquier historia que le contase le iba a parecer bien con tal de dejar atrás el trauma que acabábamos de experimentar.

—¿Lo tienes todo? —me pregunta por decimotercera vez.

—Que sí —digo alargando mucho la última vocal.

—Bien —y se sonríe—, porque tu cita acaba de llegar.

—Y dale con la cita —me quejo.

Entonces suena la serenata que da comienzo a mi viaje.

—Pórtate bien —dice dándome un beso en la mejilla.

—Abuela, por favor —me vuelvo a quejar.

—Y si necesitas cualquier cosa, me llamas, ¡eh!

La voz suena cada vez más lejana y yo asiento mientras subo las escaleras que me conducen hasta mi blanco corcel, cabalgado por mi majestuoso príncipe inglés Harry y... «¿por Lisa?».

Heeeeey! —grita con esa energía tan característica—. ¡Nos vamos de viaje! Yay!

Hago un esfuerzo sobrehumano para esconder la decepción y fingir una amplia sonrisa. Debo de haberlo hecho genial porque ninguno parece haberse dado cuenta y siguen celebrando mi llegada.

—No le digas nada, Lisa —le advierte Harry—, que Rodrrigo todavía no sabe a dónde vamos. Es una sorpresa —aclara.

Aaaaah! —grita Lisa, pletórica—. ¡Qué divertido!

Yo asiento sin decir nada, resignándome mientras dejo la mochila en el maletero. Acto seguido, me dirijo hacia el asiento del copiloto para que Lisa me deje pasar atrás, pero con la esperanza de que entienda que se ha sentado en mi sitio y que, lo correcto, sería devolvérmelo. Como era de esperar, no lo hace, así que acabo espachurrado en un espacio que, para qué engañarnos, ni siento que me corresponda, ni debería ser legalmente habitable.

—¿Estamos listos? —se quiere asegurar Harry, mirándome a través del espejo retrovisor; y entiendo que la traducción de esa pregunta es: «¿Estás bien?».

Lisa también entiende que la pregunta va para mí, y me busca.

—Claro —asiento no muy convencido.


El camino se me hace más ameno de lo que me gustaría reconocer. Lisa es un amor (nada nuevo) y se pasa todo el viaje contándonos batallitas de cuando ella y Harry eran pequeños. Justo ahora está culminando una que tiene a su hermano revolviéndose en el asiento de pura indignación.

—Y ahí estábamos, jugando al escondite a oscuras con todos nuestros primos en una habitación llena de cacharros. Idea de mi querido hermano —aclara.

—Eso no fue así —apunta Harry, sin dejarla terminar.

—Cuando... PUM! —golpea las manos para darle intensidad al golpe—. Me tropecé con una estantería y caí de cara contra el suelo.

—No fue para tanto —gruñe él, restándole importancia.

—Estuve tres años sin paleta —suena amenazadora—. Tres.

—Técnicamente sin paletas. En plural —aclara su hermano.

—Eso fue otro incidente —aclara ella—. Ni me lo recuerdes.

Oh! Oh! —recuerda Harry de pronto—. Pero no te quedes a medias, Lisa —suena como un niño pequeño que se ha picado con su hermana y reconozco que, ver este lado de Harry, me encanta—. Cuéntale lo que me hisiste tú después, cuál fue tu vengansa.

—Eres retorcido —se queja su hermana.

—Mi queridísima hermana, al poco tiempo, mientras jugábamos en el patio me hiso la sancadilla y me tiró de cabesa contra el suelo —me mira a través del retrovisor para ser testigo de mi reacción—; y me partió la paleta por la mitad.

Liar! [54] —grita Lisa entre risas.

—Lo mejor es que mi paleta no era a baby tooth [55], por lo que me la tuvieron que reconstruir y, de ves en cuando, todavía tengo que ir a que me la reparen.

Le sonrío a través del retrovisor, negando en silencio, y él me imita, satisfecho con mi respuesta.

Can you believe it!? [56] —Lisa se gira en el asiento en busca de mi amparo—. ¡Era una niña! —se justifica—. Estábamos jugando y él se me cruzó por delante.

—Son cosas que pasan —digo lo suficientemente bajo como para que Harry no me escuche y ella me sonríe complacida.

—Un momento —se da cuenta Harry—. ¿Estás de su parte?

Él me mira a través del retrovisor mientras que Lisa me ruega con la mirada que diga que sí. Soy consciente de que es un juego, una broma entre hermanos sin ningún tipo de malicia, y sé que, diga lo que diga, no puedo salir mal parado, pero creo que tengo la salida perfecta como para mantener el misterio y hacerles pensar a ambos que estoy de su lado.

—Como ya dijo Taylor Swift —comprendo al instante—: «I would very much like to be excluded from this narrative» [57] —la cito de memoria en un perfecto inglés español.

Los hermanos rompen a reír al unísono y yo me uno a coro.

Y entonces me siento imbécil porque he empezado este viaje enfurruñado por no cumplir unas expectativas que yo mismo había puesto sobre la mesa cuando, la realidad, es que el viaje va a ser mucho mejor ahora. Porque Lisa es increíble, porque Harry también lo es, y debería estar agradecido de que me dejen formar parte de este tándem inamovible del que no me cansaría ni en un millón de vidas.

—Estamos llegando —anuncia Harry, radiante.

—Lo estoy deseando —por fin entiendo yo.


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54. "¡Mentiroso!"

55. "Un diente de leche."

56. "¿Te lo puedes creer?"

57. "Me encantaría ser excluido de esta narrativa". Frase utilizada por Taylor Swift durante su disputa con Kanye West y Kim Kardashian.

Cuando aprendí a quererteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora