Capítulo 4: El espíritu que me habita.

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Dex estaba perdido en el infierno, perdido en el fuego y en los recuerdos recurrentes de Lorcan Xerac y sus ojos color miel, y su maravilloso cabello que no era castaño, ni blanco, ni negro, sino más bien una mezcla extraña entre el azabache y las cenizas, con destellos naturales de azul cobalto, que resplandecían brillantes bajo cualquier luz.

Y si, en definitiva, estaba perdido en el azul cobalto, su color favorito desde que lo había conocido, el azul cobalto que chispeaba en sus ojos color miel de vez en cuando y que era una pequeña muestra de su lobo, el lobo de Lorcan Xerac, azul cobalto, que sin duda era el alfa de Dex, este ya lo había decidido.

Pero su locura fue aún más demoledora cuando el aroma a menta y cedro de su alfa le inundó las fosas nasales haciéndolo gemir. Ya estaba allí, ya había llegado, y la sola perspectiva de verlo, tocarlo y escuchar de nuevo su voz grave y delirante, causó una reacción tan violenta en Dex que la sensación pegajosa en su entrepierna se volvió un torrente, un charco de humedad fría y caudalosa que, muy contrario a lo lógico, no hacía nada para refrescar su fuego interior.

Intentó por todos los medios ponerse de pie y abrir la puerta, pero no lograba hacer que su cuerpo funcionara. Por más que lo intentaba no se podía levantar del colchón, y la desesperación angustiosa y apabullante, por verlo y sentirlo, lo hizo comenzar a llorar como un bebé sollozante una vez más.

Y cuando pensaba que moriría aplastado por el fuego y la desesperación, el alfa entró por fin al cuarto donde se encontraba. Dex le sostuvo la mirada por primera vez en su vida y vio en persona el destello azul de su mirada, fueron solo unos pocos segundos, pero eso bastó para que el pecho del chico comenzará a romperse en pedazos como un insecto al que alguien destruye sin compasión.

Sintió un dolor tan intenso en su interior que sin poder evitarlo gritó como un loco, fueron gritos penetrantes y secos, llenos de agonía y de sufrimiento. Gritó de dolor, pero también gritó de rabia por no poder ponerse de pie y tocarlo, para terminar por fin con aquella pesadilla. 

Y tras unos pocos minutos de dolor crónico que percibió como horas, lo sintió por primera vez; una presencia en su interior, un espectro, un animal salvaje, un espírito maligno. Un lobo hambriento de ojos rojos que se instaló en el hoyo que quedó en su pecho tras ser partido, y reclamó su lugar allí, jadeando y gruñendo, exigiéndole a Dex que hiciera algo por acercarse a su alfa, para obtener por fin su liberación.

―Tóqueme, Señor Xerac, por favor― dijo, sollozando por el dolor en su pecho que aún persistía.

Lorcan estaba buscando por todos lados los inhibidores de Dex, pero no los encontraba. El jovencito se encontraba muy mal, estaba sufriendo, y los intensos gritos de dolor que brotaron de su garganta como una tempestad, hicieron que Lorcan estuviera a punto de perder el control de su lobo, aún con la pulsera de zafiros puesta.

Dex le estaba pidiendo que lo reclamara, podía sentirlo, sus ojos enrojecidos lo miraban como si quisiese que le arrancara la yugular allí mismo. Lorcan no encontraba los malditos inhibidores en ningún lugar y estaba tan alterado que no se le ocurrió en ningún momento llamar a Theon para pedirle ayuda. En cambio, ante la petición del joven se acercó un poco más, buscando calmar un poco el dolor que lo estaba lacerando tanto, y sin pensar mucho en las repercusiones de aquello tocó suavemente su frente sudorosa.

―Estás ardiendo en fiebre, Dex― susurró muy bajo, temblando por la fuerza descomunal que su lobo, aun encontrándose medio dormido, ejercía en su interior. ―Necesitas tomarte esos malditos inhibidores―.

―Estoy ardiendo por usted, ardiendo por mi alfa― dijo Dex, ahogado en la locura que le causaba tenerlo tan cerca y sentir sus dedos sobre su frente, podía percibir el palpitar de su lobo dentro de él, llamándolo. ―Por favor, cómase mi fuego, hágame suyo―.

Y todo ardía en azul ❀ By LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora