Capítulo 20: Pretendo todo.

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Existe un dato muy interesante respecto a la estructura del color verde: no es un color primario, resulta de la unión del amarillo y el azul en igualdad de proporciones, y cambia de intensidad al añadir un poco de blanco o negro a la mezcla. Aquello carecía completamente de sentido para Kenzo Parixi, él consideraba que el color verde era suficiente para existir por sí mismo, que tenía las bases para constituir su propio universo sin necesidad de recibir estímulos externos.

Quería deconstruir el color verde, llevarlo a nacer de su propio centro, sin amarillo y mucho menos azul que invadieran su brocha blanca de pelo de turón sin ser llamados. Y, sin embargo, sabía que era imposible romper las leyes de la química universal, por eso tenía una gran cantidad de tonos verdes, azules y amarillos colocados sobre su mesa de trabajo en varias filas pulcras y ordenadas, que mezclaba sin parar para dar vida a aquellos enormes ojos soñadores y brillantes que estaba pintando sobre un lienzo rectangular.

Cuando Kenzo se adentraba en el mundo de sus pensamientos dispersos y su arte liberal, no había nada que lograra sacarlo de su concentración y tal vez por eso no se percató cuando un hombre entró molesto a su estudio, dando pisadas iracundas contra el suelo de madera y expresando palabras violentas a todo pulmón.

― ¡Padre, te estoy hablando! ― gritó el hombre, haciendo uso de toda la fuerza que poseían sus cuerdas bucales. Al notar que su padre no se inmutaba en lo absoluto, se vio tentado a estrellar contra el suelo todos los envases de pinturas que habían sobre la mesa, ordenados en filas perfectas y cuidadas, sin una sola desviación aparente.

―Ramsay―. Kenzo pronunció el nombre de su hijo con un tono calmado y sereno, sin dejar de dar ligeros toques de verde sobre verde en su enorme lienzo de lino. ― ¿Por qué no me sorprende que este exabrupto tan vulgar venga de ti? ―.

Ramsay respiró profundo, intentando evocar toda la paciencia que tenía antes de abrir la boca para hablar. ―También es un gran placer verte esta mañana―.

―Quisiera decir lo mismo, pero mi ideal de placer está muy lejos de tu presencia―. El artista no había volteado a mirar a su hijo ni una vez, en cambio, buscaba en su mesa un verde neón que le diera un intenso brillo pasional a aquellos ojos que estaba pintando. ― Cuéntame hasta qué punto arruinaste tu encuentro de anoche con el hijo de Adara―.

Ramsay apretó los puños con fuerza, siendo consumido por una ira creciente con cada frase que su padre pronunciaba. Se recordó a sí mismo que esa era su manera de probarlo, la forma que tenía para intentar convertirlo un alfa más fuerte, en una especie de copia exacta de él. No sentía amor por su padre, tampoco sentía respeto, pero nunca había tenido las agallas para enfrentarlo. Pensaba que tal vez por esa razón continuaba tratándolo como basura. ―No arruiné nada― contestó entre dientes.

― ¿Ah, entonces te lo cogiste? ― preguntó Kenzo, mientras bordeaba con delicadeza la zona oscura del iris de uno de los ojos de su pintura, era tan grande que se vio obligado a cambiar su pincel por uno un poco más grueso.

Ramsay sintió que algo en su pecho dolió, pero no expresó nada en su rostro. Le parecía irónico que su padre pudiera escupir palabras tan punzantes mientras delineaba con tanta suavidad unos ojos llorosos y delicados, verdes como los del culpable del estado en que se encontraba. Le llamó la atención aquella coincidencia tan extraña, pero no comentó nada al respecto. ―No te interesa lo que haga con mi vida privada―.

―Dime si te lo cogiste o no―. Insistió el artista, con un tono de voz que rayaba en lo desinteresado. ―No debe ser tan difícil recodar si anoche follaste, incluso para ti―.

El joven no quería contestar, porque sabía que cuando lo hiciera su padre lo iba a rebajar como nunca antes, pero no tenía ninguna otra opción. ―No, no me follé a ese estúpido omega―.

Y todo ardía en azul ❀ By LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora