¡Calabazas! ; Especial Halloween atrasado

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— ¡Inui, mañana es halloween! — Habló Sing junto a Aslan, emocionados

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— ¡Inui, mañana es halloween! — Habló Sing junto a Aslan, emocionados.

— ¿Y?

— ¿Y? ¿¡Como qué "y"? — Se quejó Sing. — ¡Papá, la mamá está de pesada de nuevo!

— ¡Deja de decirme así! — Golpeó su nuca.

— ¿Ah? — Se asomó, ladeando su cabeza. — Deja que los niños celebren Halloween, yo los acompaño.

— Pf.. claro, ¡como mi opinión no cuenta! — Le lanzó un elástico que le llegó justo en su cara. — Idiota..

— ¡Auch! — Se sobó la cara, negando.

— ¿Nos acompañas a ver un disfraz? — Dijeron ambos, con un brillo en la cara.

— Tsk.. preparense. — Se levantó.

Inui iba a prepararse igualmente para salir, pero escuchó la puerta tocar por lo cual fue a abrir.

— Oh, Sanzu. — Ladeó su cabeza. — ¿Sucede algo?

— Lo típico.. peleas con Takeomi, Senju arrancando.. — Suspiró. — ¿Les puedo hacer compañía?

— Íbamos de salida.

Para Inui, quien en ese momento tenía un pequeño corazón débil para chicos dañdos como Sanzu, no había tardado en agarrarle cariño a aquel chico inocente que solo escapaba de sus sobre-obligaciones y que simplemente venía tras el después de haberlo ayudado, tal cual pequeño cachorro luego de haber sido rescatado y bueno, al no ser peligro.. Inui no se negaría a estar con el de vez en cuando, quería cuidarlo.

— Anda, esperame un poco. Saldremos juntos. — Sonrió.

— ¡Si, jefe!

— Pf.. no me digas jefe, dime Inui.

— ¡O mamá! — Gritó Aslan, terminando de colocar sus zapatos.

— Te voy a.. ¡Aslan, no soy tu madre! — Elevó su voz.

Sing y Aslan se le acercaron, dándole un abrazo.

— Te queremos, mami.

— Malditos mocosos.. ¡ya, terminen de alistarse!

— ¡Si jefe!

Inui rodeó sus ojos y le indicó a Sanzu que esperara en el sillón mientras el se iba a preparar para salir. Quería ocuparse un poco, debido a sus peleas nocturnas solía tener problemas luego y no quería que lo vieran con su familia y que luego armaran problemas.
Al terminar, le colocó un gorro a Aslan mientras Shorter se le acercaba para colocarle aquellos lentes típicos de el, que solía prestarle a Aslan.

— Cuando vuelvan, la comida estará lista. — Guiñó un ojo.

— ¿Qué haces?

— Arroz. — Habló, mirándolo.

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