Capítulo 31: Jonás

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- ¡Jonás, a comer!- sonó su voz desde la otra punta de la casa.

- ¡Ya voooy! Luis, me tengo que ir-

- Vale, nenaza-

-¿Y ahora nenaza a ton de qué?-

Su amigo le regaló una sonrisa burlona desde la pantalla. - El niñito de mamá, siempre obediente y buenazo. El orgullo de la familia- argumentó divertido.

Jonás puso los ojos en blanco y alzó la ceja. - Lo que tú digas. Tu madre también me adora- contraatacó sonriendo de lado. Luis abrió mucho la boca, primero sorprendido y luego en gesto de ofensa. Frunció el ceño dispuesto a dedicarle toda una variedad de insultos, y justo cuando iba a soltar toda su rabia, Jonás le colgó.

- Pringao'- murmuró mientras se levantaba.

Luis era uno de sus pocos amigos. Moreno, de pelo rizado y duro y gafas de pasta azules; también era de la Iglesia pero de otra Comunidad distinta. No coincidían en las celebraciones pero sí en algunas convivencias. Se conocían desde pequeños. Los dos eran igual de introvertidos y frikis, así que encajaron desde el primer momento.

Jonás era un chico muy reservado. Ni sus padres sabían qué pasaba por su cabeza la mayoría de las veces. No fue una excepción aquel día mientras comían, en el que miró el móvil antes de empezar a comer.

- Jonás, deja el móvil que vamos a rezar- le riñó su padre. Era básicamente él en versión cincuentona. - Te damos gracias Señor por los alimentos que nos das, que nuestro alimento sea hacer tu voluntad. Amén- recitó. Su madre lo secundó pero Jonás se quedó callado totalmente embobado. 

Ellos lo miraron. Por fin pareció volver a la tierra parpadeando varias veces- Ah, amén- dijo por fin aún algo perdido. No le dieron más importancia y conversaron animadamente. Jonás pensaba sin parar con las voces de sus padres de fondo.

Camila: Hey,  ya sé que es random pero estás libre el jueves para pasar el rato antes de la Palabra?

Se sonrojó sólo de releer ese mensaje en su cabeza. ¿Pasar el rato? ¿Qué quería decir eso? Él sólo quedaba con Luis y algún colega del insti alguna vez, jamás había quedado con una chica. Y no cualquier chica: Camila.

Camila, la chica de la que llevaba enamorado por lo menos cuatro años. La chica que le empezó a gustar cuando ni siquiera sabía lo que esa sensación significaba. Y para cuando quiso darse cuenta ya no se hablaban...

Pero últimamente había estado acumulando esperanzas porque Camila le saludaba con una sonrisa a veces y le respondía a los mensajes cuando la escribía. No hablaban más que eso, pero al menos... Y ahora, de pronto, ella le decía de quedar. ¿Sería que a ella también le gustaba él?

Nah, déjate de mierdas, pensó negando con la cabeza mientras sorbía los spaguettis. Tal vez y con suerte querría que volvieran a ser amigos, cosa que para él sería más que suficiente. Seguía sin perdonarse el daño que le hizo, a ella y a Dinah... Tenía deudas que saldar y disculpas pendientes.

- ¿Me pasas el pan, hijo?- La voz de su madre interrumpió sus pensamientos. Asintió. Aprovechó la intrusión de su madre para intentar dejar de pensar en ello e intentó incluirse en la conversación.

- Iré a buscarle a la estación de tren y me ha dicho que el de vuelta sale el domingo por la tarde, así que podremos comer tranquilos- explicaba su padre.

- Ah pues genial, que siempre se marcha deprisa y corriendo...

- ¿Habláis de Héctor?- preguntó el chico.

- Sí, Jonás, llevamos toda la comida hablando de que viene a pasar el fin de semana. - contestó su madre.- Tú siempre en tu mundo, ¿eh?- añadió cariñosa, aunque Jonás sólo sonrió débilmente.

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⏰ Última actualización: Dec 22, 2022 ⏰

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