Areus
Oscuridad, frío, y dolor.
Eso era lo único en ese lugar.
Estaba muerto. No podía recordar cómo ni por qué, pero lo sabía.
No tenía idea de qué clase de persona había sido para merecer estar en ese lugar, aunque tampoco estaba seguro de querer saberlo. Mi mente era una página en blanco. Podía pasar horas intentando recordar algo tan simple como mi nombre, sin tener una respuesta.
El recuerdo más claro en mi memoria era el de mis últimos segundos de vida, aunque lo único que podía revivir de ese momento era el dolor agudo que atravesaba mi pecho y la sensación del agua filtrándose en mis pulmones. Lo recordaba porque aún podía sentirlo. Con la diferencia de que ya no estaba ahogándome en agua, si no en sangre. La sangre de todas las vidas que habían llegado a su fin por culpa mía. Sangre de enemigos y víctimas por igual.
Rojo era todo lo que mis ojos podían ver. Más allá de esto, solo había kilómetros de negrura, la misma que me impedía ver más allá de las manos esqueléticas que me sujetaban las piernas con fuerza para mantenerme sumergido en el mar de sangre.
Ya había intentado librarme de ellas, lo único que conseguí fue que perforaran mi piel con sus garras y que aumentaran su fuerza hasta quebrarme los huesos y dejar mis piernas inservibles. Y al mirar arriba, solo veía mis brazos flotando, apuntando a la superficie que no podía alcanzar. Esa imagen coincidía con el vago recuerdo que tenía de mi muerte.
Recordaba la causa de mi muerte, pero también la causa de mi vida: Una chica de cabello y ojos de mar. Su imagen vagaba como un fantasma en las grietas de mi memoria. Eso era lo único que hacía de ese infierno algo un poco más soportable.
Fueron tres años en la obscuridad absoluta. Tres años en los que supliqué ayuda hasta destrozar mi garganta. Tres años entre la muerte y la agonía.
Lo único que podía hacer era esperar, pero pronto también me cansé de eso y me rendí a la aceptación de que nada podría salvarme. Fue en ese momento que aquello que tanto estaba esperando, llegó.
Primero, escuché un murmullo. El eco de una voz recitando un hechizo en algún idioma antiguo. Después, se hicieron presentes los lejanos estruendos de los rayos, haciéndose más claros y cercanos cada vez.
Miré hacia arriba al mismo tiempo que la luz cayó sobre mí. En la superficie del agua, se abrió un remolino cuyo centro emitía luz y arrojaba rayos mientras aumentaba en tamaño y poder. Se alargó y estiró hasta formar una grieta con el tamaño necesario para que pudiera cruzarla.
No sabía si ese portal me llevaría a la salida o a un destino peor, pero de igual forma le exigí a mi cuerpo comenzar a moverse. O eso estuve a punto de hacer. Apenas pensé en nadar hacia arriba, las manos jalaron mi cuerpo hacia abajo.
Un grito se construyó en mi garganta ante el tirón repentino. Luché contra las manos que ahora estaban sujetándome todo el cuerpo, excepto mi brazo derecho, el cual aún apuntaba a la superficie y se agitaba en un intento de llevarme hacia allá, al portal que cada vez se hacía más pequeño ante mis ojos.
Los propietarios de las manos se dejaron ver, aunque apenas y pude mirarlos gracias a la penumbra. Eran seres obscuros, semejantes a sombras fantasmagóricas de ojos blancos y brillantes. Sus rostros expresaban el mismo terror y sufrimiento que sus gritos inhumanos al escapar de sus bocas alargadas.
Aquella voz susurrante volvió a escucharse repitiendo las mismas palabras extrañas. Con eso, sentí un pequeño golpeteo en mi pecho, como si el corazón que había permanecido inerte por años quisiera volver a latir. Junto a eso, mi cuerpo exigió aire. La sensación de ahogo y muerte inminente no se habían presentado hasta ese momento, pese a que ya había pasado mucho tiempo debajo del agua.
ESTÁS LEYENDO
Trino De Cuervos [Parte 1 Completa]
FantasiVillanos disfrazados de héroes y héroes jugando a ser villanos. Ojalá supiera de qué lado estamos. Todos han escuchado alguna vez acerca de la eterna rivalidad entre ángeles y demonios, lo que no saben es que no siempre fue así. ¿El cielo y el infi...