Alaerys nació como la primogénita de Rhaenyra Targaryen y aunque formalmente su padre es Laenor Velaryon todo el mundo nota su bastardia en sus mechones negros como la noche entre los platinados.
Solo el círculo interno de la realeza intuye que Sir...
¡Le habían regalado un maldito cerdo con alas! estaba cansado y adolorido ¿Por qué su huevo no eclosionaba? ¿Por qué solo el suyo? En eso recordó las palabras de su hermano mayor, era cierto, Alaerys era también a la única a la que su dragón había nacido enfermo y fallecido casi a los días y él que era el único que estaba con ella le pasaba lo mismo.
—No,no, Alaerys no tiene nada que ver con eso. —arrastro sus manos por su rostro intentando dejar de pensar en eso.
Aún así cuando no pensaba en eso pensaba lo que había pasado en aquellos sucios burdeles a los que le había llevado Aegon para superar a la joven y para convertirse en un hombre.
Había sido repulsivo, no fue algo agradable como su hermano relataba, aún así eso hizo que no dejara de pensar cosas similares, no había querido hacer lo que hizo con esa mujer, sin embargo admitía que aquel roce de piel, aquella acción había dejado huellas en su mente, había sentido placer, no por hacerlo con ella pero su cuerpo se había sentido de alguna manera bien. Eran sentimientos que no podía terminar de comprender. Lo que si entendía es que deseaba a su sobrina, antes no había notado como le gustaba cuando se tomaban de la mano, o verla sonreir, cuando besaba su mejilla y ahora no podía dejar de imaginar cosas.
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—¡Aemond! —la voz de la joven llamo su atención.—No me esperaste, esta vez no tarde. —dijo poniendose a su lado.
—Estoy algo apurado hoy. —intento no mirarla, sentía que su rostro se pondría rojo y su entrepierna dolería.
—No hay nadie, podemos correr. —comentó intentando darle la mano, no quería que la reten pero sabía Aemond estaba un poco deprimido por lo del cerdo y quería animarlo.
—Lo siento Alaerys, hoy Sir Criston Cole me dijo que me ayudaría a entrenar para que alcance a Aegon y si vas se enfocaría en ti, sabes que te prefiere. —apartó su mano antes que la tome.
—Ah, entiendo, esta bien. —tomo uno de sus mechones y tironeo de este.— Nos vemos en otra ocasión entonces. —susurro antes de volver de dónde venía, ese día sería mejor no entrenar juntos.
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