CAPITULO XXVII: OBSESIÓN

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Esa noche Jacaerys había ido a sus aposentos molesto mientras su madre iba tras él preocupado de su labio roto, cuando ya habían llegado y ella lo revisaba Daemon entró de un portazo.

—La próxima vez que le pongas una mano encima a mí hija voy a cortartelas. —amenazó furioso.

—¡Daemon! Ella le partió el labio y...— Rhaenyra, como siempre, buscaba que la culpa de todo siempre fuera de su primogénita.

—¡Era lo mínimo que merecía! ¿Vas a dejarle pasar las cosas solo porque es Alaerys a la que hostiga? —él ya estaba cansado de aquélla situación.— Yo no voy a permitir que hiera a mis dos hijas, Baela es su prometida y va a respetarla, y Alaerys es la prometida de Aemond, así que no quiero ni siquiera que la miré. —advirtió.

—¡Estas siendo muy duro con él! —Rhaenyra le gritó, porque claro, cuando se trataba de otro de sus hijos allí sí era una fiera.

—¡No! Tú estas siendo una porquería solo porque te enferma que Cole sea su padre. —era la primera vez que no le decía Crispin.— Hay un límite para lo que haces y lo excediste hace años, te deje ser porque pensé que con que yo me haga cargo de ella sería suficiente, pero te empeñas en ir en su contra, y ya no te lo voy a permitir más

Daemon amaba a Rhaenyra, lo había hecho desde mucho antes de casarse y por más que había estado con otras personas siempre la amo con locura, pero hasta el amor tiene sus límites y más cuándo amas a una hija como Daemon lo hacía con Alaerys, quería a sus otros hijos, claro que sí, pero estaba seguro que nunca querría a ninguno como la quería a ella y eso que su sangre no corría por sus venas.

Daemon amaba a Rhaenyra, lo había hecho desde mucho antes de casarse y por más que había estado con otras personas siempre la amo con locura, pero hasta el amor tiene sus límites y más cuándo amas a una hija como Daemon lo hacía con Alaerys, querí...

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Era de mañana y apenas había salido el sol, en los aposentos de la joven solo se encontraba ella y su tío, pero no el dormilón de Aegon sino el tuerto.

—¿Qué hacías despierto tan temprano? —Alaerys interrogó al mayor que recién volvía a los aposentos de ella.

Este fue incapaz de responder porque algo llamó mucho más su atención, los jovenes estaban acostados, sin sábanas, desnudos y mientras Aemond estaba en su lugar con las manos en su nuca y los codos elevados, Alaerys usaba el abdomen del tuerto de almohada y tenía las piernas en dirección a la puerta, curiosamente tenía los pies apoyados con gran distancia uno de otro pero las rodillas flexionadas hacía arriba y desde ese punto Aegon podía verle toda la intimidad a ella y a él, sin contar que no iba a mentir, aquel par tenía un cuerpo totalmente envidiable y deseable, así que sí, se olvidó de responderle porque se los estaba comiendo con la vista, es por eso que no vio la almohada ir a su cara y para variar, al fin una almohada dio en su blanco.

—¡Aegon, te estoy hablando! Maldito pervertido. —chillo cerrando las piernas, no es que le molestara que la viera pero le importaba más que le preste atención.

Hizo eco en toda la habitación la risa de Aemond.

—Agh, si, si, ya iba a responderte. —tomó la almohada del suelo y se la tiró de nuevo a ella que la atrapó y la abrazo.

Secretos & Deseos {Aemond/Aegon}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora