IV

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Su desinteresada amabilidad me conmovió

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Su desinteresada amabilidad me conmovió.
Contadas con una mano son las veces en que se me han aproximado sin saber quién soy, y me hizo sentir menos extraña en este lugar.
Me costó soltarle la mano. Me costó también dejar de mirarlo.

—¿Dijiste que tu nombre era Nora? —preguntó con una sonrisa.

—Sí.

—¿Solo Nora o...?

—Solo Nora —asentí, nerviosa al caer en la cuenta de que acababa de ventilar mi nombre—. ¿Puedo acercarme? —señalé su rectángulo de tierra.

—Claro.

Caminé con cautela hacia sus breves cosechas y mi corazón se apretó. No es que yo supiera mucho más, pero de todas maneras la tierra parecía demasiado seca para que algo pudiera brotar. En una esquina del cuadrado, solo una pequeña lechuga había tenido fuerzas para salir.

—Está horrible, lo siento —comentó riendo y sentí que adivinaba mis gestos.

—No he dicho nada —dije, uniéndome a su risa.

—Pero lo pensaste.

—No es así. —Me incliné con cuidado y apreté mi vestido cuando apoyé mis rodillas en el suelo—. Creo que necesita más agua.

—La señora Hyori dijo que es bueno dejar a la tierra respirar.

—Sí..., pero no matarla de sed... ¿Puedes pedirle a ese señor una botella? —señalé a un vendedor con una mochila llena de hielo y agua que gritaba convenientemente sus productos a la distancia.

Sus ojos se hicieron muy pequeños al sonreír. No supe porqué lo hacía, pero me uní a él yo también tenuemente. Se rascó la nuca y no se movió de su lugar.

—Claro que puedo pedirle, lo que pasa es que... —aclaró su garganta—, no tengo dinero.

—Oh. —Rebusqué en el otro bolsillo de mi vestido y encontré un billete apretado y perdido. Era de un color diferente a los anteriores, pero no sabía si era más grande o más pequeño.

Se lo extendí con ingenuidad y él abrió demasiado sus ojos. De inmediato cerró su mano alrededor de la mía y las bajó a la tierra.

—Que no te vean con un billete así, ¿me oyes? —advirtió en un susurro—, jamás. Aquí pueden matarte por esta cantidad.

—No sé cuánto es —confesé, asustada—. ¿Nos... nos alcanza para el agua?

Su risa revolvió mis pensamientos, mi confusión. Asintió, pero solo apretó aún más mi puño sobre el billete, instándome a que lo guardara. Así lo hice, recordando entonces todo el sermón de mi padre.

De pronto, Jimin se irguió y caminó hacia el vendedor. En tanto, yo comencé a hacer pequeños agujeros con mis manos en la tierra (como noté que hacían los demás). Lo vi intercambiar un par de palabras, y minutos después regresar con una botella en su poder. Lo miré confundida y él me explicó:

La Mia Ragazza | J.JK - P.JM [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora