XIII

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Nora

No se me hizo demasiado difícil quedarme dormida

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No se me hizo demasiado difícil quedarme dormida.

La habitación dispuesta para mí resultó ser preciosa. Estaba completamente sola, tenía grandes ventanales y un elegante balcón.
Casi parecía que no estaba atrapada. Que podía irme en cualquier momento y ser libre otra vez.

Me sentí insegura al quitarme el vestido para dormir, pero tenía que hacerlo, pues estaba empapado en sudor.

Al día siguiente desperté lentamente. Sumiéndome más en la desesperanza y paseando mi vista por el dorado y gigantesco candelabro que colgaba en el techo.
Me recordó mucho al de mi casa y me aferré al breve momento de paz que eso me entregó.

Pasé las manos por la seda de las sábanas al erguirme y sentí mi cuerpo adolorido.
Evalué algunos de los moretones que ya comenzaban a aparecer en mis brazos por los zamarreos y suspiré en la resignación.

—Señorita Nora.

Histérica cubrí mi pecho con la sábana. Abrí demasiado los ojos, pero en la puerta solo vi que se trataba de la señora Jiyu.

—Trate de tranquilizarse —me dijo con suave presión—... y levántese ahora, por favor. Debe ir a desayunar con el señor.

—¿Q-qué?

—Ya oyó. Apresúrese, él no tarda en bajar.

Cerró la puerta y tuve que parpadear mucho para enfocarme. Con la sábana a cuestas, por seguridad, caminé hacia el baño incorporado del cuarto y abrí la llave del agua caliente.

Tras una ducha más que veloz, me calcé el mismo vestido negro de ayer, secado con el tiempo. Las mismas sandalias, y traté de quitar un poco los signos de abatimiento bajo mis ojos con el maquillaje que la señora Jiyu dispuso para mí en un botiquín.

En el espejo vi la misma aprensión de ayer. Regresaron a mi aquellos ojos que no entendía bien y solo traté de verme lo mejor posible.

En ningún momento me sentí lista, pero eventualmente bajé. No tenía idea de dónde estaba el comedor... o siquiera si él comía ahí para empezar. Solo atravesé el brillante piso flotante y fue sencillo encontrar la cocina.

El chef se veía sumamente alterado, nervioso, con los platos humeando. No reparó en ningún momento en mí. Rápido solo se deslizó fuera de la encimera con todo a cuestas y yo simplemente lo seguí.

Frente a enormes ventanales con vista al jardín se alzó una alargada mesa que lucía sobre ella varios manteles de seda.

Me deslumbré con la variedad de frutas, panqueques y emparedados que se habían dispuesto sobre ella.
Y en su cabecera lo vi, con su vestimenta igual de negra que la noche anterior, sus intimidantes piercings brillando y su mano sujetando un teléfono pegado a su rostro.

La Mia Ragazza | J.JK - P.JM [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora