XXIII

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Exhalé todo el aire cuando estuve a salvo dentro de ese cuarto que aún me disgustaba llamar mío

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Exhalé todo el aire cuando estuve a salvo dentro de ese cuarto que aún me disgustaba llamar mío. No despegué el rostro de la puerta hasta oír que los pasos de Hobi se alejaran por el corredor y solo entonces me aproximé a la cama, completamente a oscuras.

El edredón me acogió bien. Frío, abultado. Los nervios habían elevado mi temperatura corporal, así que no me arropé demasiado. Presioné mi mejilla en la almohada y me concentré en dominar mis heridos pensamientos a ver si conseguía dormir algo.

No sabía qué tanto estaba esperando de esta gente la verdad; me sentí tonta por encontrarme así de triste cuando ellos no son mis amigos, ni siquiera mis aliados... en absolutamente nada. Ambos me usan solo para su beneficio y quizás era hora de que me diera real cuenta de ello.

Absorta estaba en la miseria de estas resoluciones, cuando escuché inusual movimiento en los ventanales del cuarto que daban al jardín. Me erguí sobre uno de mis codos sintiendo mi corazón acelerarse ante un nuevo peligro.

No tardé mucho tiempo en comenzar a distinguir la silueta de Hobi abriéndose paso entre las cortinas. Forzó de nuevo la ventana con un ruido seco, esta vez para cerrarla, y yo terminé de incorporarme sobre la cama.

—¿Qué estás haciendo? —inquirí molesta como si no fuera obvio.

Hobi se volteó y se despegó del cortinaje sacudiéndose. Acomodó su cabello y su ropa del desbarajuste antes dar unos pasos hacia a mi cama.

—Pues ¿qué cree usted? —respondió en voz baja y me llegó una fuerte oleada de olor a whisky—. Si va a seguir ignorándome no me queda otra.

—Ignorarte es poco para lo que me hiciste.

Ya no debía sentirme segura ante su presencia, pero sí lo hacía. Aquello me permitió volver a presionar mi cara en la almohada, dándole la espalda para ignorarlo.

—Yo no recuerdo haber hecho nada más que protegerla.

—Sí, ebrio como una cuba —espeté—. Ibas ciego disparando a un metro de mí.

—Para quebrar al que estaba disparándole directamente a usted.

—Déjame tranquila, Hobi.

Me estremecí cayendo de nuevo en la cuenta de lo sucedido y opté por permanecer alerta al menos hasta que él se fuera.

—Pasa que no puedo hacer eso —replicó tomando asiento en el sofá de terciopelo junto a mi cama—. No quiero, más bien. Así que me quedaré aquí hasta que entre en razón.

—¿Hasta que yo entre en razón? —inquirí y de un impulso me erguí para sentarme en la cama—. Claro, como lo que acaba de pasar es tan razonable...

En su mueca observé el intento por reprimir una sonrisa que solo me enervó más.

—Yo estoy acostumbrado, mona. Estaba siguiendo una orden. —Se inclinó para recargar los codos en sus rodillas—, y esa orden me pareció sensata, inteligente, sino no...

La Mia Ragazza | J.JK - P.JM [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora