Jimin
Consideré prudente ir a verlo cuando, a pesar de la bomba que le mandé, no obtuve ninguna respuesta de su parte. Habían pasado ya tres días desde entonces, de sobra había tenido el tiempo de masticar la noticia.
Estacioné a cinco cuadras de la cárcel y recorrí el resto a pie para visitarlo. Sería motivo de especulaciones que se viera mi auto en un lugar como este. Es extraño caminar luego de estar sobre esos cuatro neumáticos que te hacen sentir que estás volando.
Ingresé siguiendo el olor a encierro del establecimiento. Con una mascarilla negra protegiendo mi rostro le hice un ademán de cabeza al gendarme de la entrada para saludarlo. No estaba solo. Distinguí a varios de ellos camuflados en la penumbra detrás de él, susurrando cosas con respecto a mí, sugiriendo conocerme.
—Park Jimin.
—Vengo de visita.
—No hay visitas aquí.
El gendarme se puso de pie y yo rodé los ojos, molesto al tener que pasar por el protocolo de la obviedad. Rápidamente palpó mis piernas y luego mis tobillos, con la esperanza de advertir algo inusual. Siguió así con mis brazos y su falta de astucia al preguntar me hizo precipitarme.
—Quiero ver a Muscatello. Estoy seguro de que me espera.
El policía frente a mí, y también los de la oscuridad, rompieron a reír con ganas. Así estuvieron hasta que de mi bolsillo extraje un fajo de trescientos mil wones y los deslicé sobre la mesa metálica, obteniendo de ellos un rotundo nuevo silencio.
El bigotudo gendarme que me toqueteó aclaró su garganta y posó su mano sobre el monto amarillo, flúor casi bajo esas enfermas luces blancas. Y se levantó sin decir nada, para que lo siguiera.
Su celda estaba muy lejos de donde ellos estaban. Bien ubicada. Parecía sin duda la más amplia de todas, y antes siquiera de llegar advertí el olor a tabaco que emanó del pasillo aledaño. Era el mismo que estaba impregnado en la casa antigua.
—Park Jimin, señor Carlo.
El padre de Nora volteó a mirarme, dedicándome toda su atención. Caminé otros cuantos pasos más cerca de su celda y encontré sus ojos a través de los barrotes. El policía nos dejó a solas sin más, y el señor Carlo abrió la boca para hablar, pero no lo hizo.
—Le dije a Nora que usted solo me escucharía por conveniencia —comenté—. Tuve razón.
—Guarda el alardeo y dime lo que sabes.
Su aspecto lucía distinto. Su antiguo cuerpo ya me parecía intimidante, pero ahora tenía el feroz aspecto de un asesino. Se había rapado el cabello, por lo que sus ojos celestes resaltaban electrizantes bajo esta luz ahogada y su propia desesperación. Odié sentirme disminuido a pesar de todo lo que he trabajado.
Había otro criminal dentro de la celda con él, tenía cara de rata y me abrió la celda para que entrara a sentarme. Así lo hice junto a una pequeña mesa de madera, llena de marcas de vasos de alcohol y té caliente.
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La Mia Ragazza | J.JK - P.JM [Completa]
FanfictionNora Muscatello, mimada hasta lo impensado, tiene a toda Italia a sus pies. Su padre le da todo lo que cruza por su mente, sólo hasta que sortea un horrible tropiezo. Su pesadilla comienza al pisar la catástrofe que es Corea del Sur, pues una serie...