XXV

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Nora

Con las pestañas mojadas me desperté esa mañana

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Con las pestañas mojadas me desperté esa mañana. Había soñado con los recuerdos de Jimin y se sintió muy incómodo tenerlo en mente mientras Jungkook me abrazaba.

Él ahora no estaba a mi lado. Se desplazaba de un lugar a otro hablando por teléfono en un coreano tan encendido que no pude distinguir bien lo que decía. Su camisa no estaba. Solo lo cubría su pantalón de tela a medio abotonar. Con la luz del día distinguí mejor sus tatuajes, a pesar de la niebla de mis ojos. La camisa ausente estaba en mi cuerpo, quizás Jungkook la había deslizado en mi inconsciencia de anoche.

—Hola —me dijo con una sonrisa y colgó el teléfono—, preciosa. ¿Cómo dormiste?

La curva de sus labios fue contagiosa. Restregué un poco mi rostro y dejé que me besara brevemente antes de contestarle.

—Bien.

A diferencia de mí, Jungkook no mostraba atisbos de vergüenza. Tras el beso, buscó mis ojos para cerciorarse de mi bienestar, pero yo tuve que apartar la mirada. Me desprendí del edredón y me deslicé un poco para salir del otro lado de la cama.

—¿Y tú? —le pregunté.

—Excelente.

Asentí y caminé hacia el baño incorporado en su habitación. Nunca había entrado en él, y era mucho menos lujoso de lo que imaginé. Con agua restregué mi rostro y cerré los ojos con fuerza para poder disipar de mi mente la idea de Jimin. Ese grito se me hizo tan conocido que me estremecía al recordarlo, pero no era él, nada apuntaba en esa dirección, ni su carácter ni la situación.

Tomé una ducha fugaz solo con agua caliente para sacarme de encima los humores de la noche, y la vergüenza también. Volví a calzarme rápidamente la camisa de Jungkook y salí dispuesta a encontrar mi vestido en algún lugar del cuarto.

Jungkook ahora usaba una simple camiseta negra y el teléfono había regresado a su oreja. Tenía también papeleo esparcido en la barra y su voz se volvió de nuevo muy alterada antes de colgar.

—¿Qué estás haciendo? —indagué, fingiendo normalidad.

—Anoche me dispararon, Nora —respondió, sin apartar la vista de su celular.

Anoche no pareció importarte.

—Que siguiera durmiendo no significa eso —replicó con calma, dándole un sorbo a una taza que desprendía olor a café—. Significa que sabía que estaba a salvo.

Asentí y busqué con la mirada algo que fuera a hidratarme detrás de la barra. Alcancé una botella transparente de vidrio cualquiera, pero arrugué la nariz cuando me di cuenta de que era tónica. La dejé a un lado y volví a mirarlo. Su silencio ahora me perturbaba. Yo no tenía intenciones de hacer de esto más incómodo, y se veía demasiado concentrado. Resolví no añadir nada más y volver al baño para beber un poco de agua del grifo.

La Mia Ragazza | J.JK - P.JM [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora