04.

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CAPÍTULO 04.
USAR A FUERZA

USAR A FUERZA✨

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Un mes después del estreno de Irisdy como padawan, lleno de charlas puramente teóricas sobre la Fuerza, el maestro Reeves decidió finalmente que era el momento de empezar con la práctica. Irónicamente, Irisdy, que disfrutaba simplemente conversando sobre ella, iba a empezar a darle uso; mientras que su compañera Amaris, que era mucho más impaciente y le aburrían sobremanera sus largas sesiones de teoría, aún estaba lejos de empezar con las demostraciones visuales y reales.
Quizás el que Irisdy avanzara sutilmente más rápido se debiera justamente a eso; a que no tenía prisa ninguna. Y por ende, prestaba más atención a cada palabra y se concentraba con mayor facilidad en la tarea al alcance de la mano. La vida era, definitivamente, peculiar y curiosa.

En una de las pequeñas salas privadas de entrenamiento del Templo, el maestro Reeves describió paso por paso cómo usar la Fuerza para mover objetos. La mayoría de los Jedi habían sido capaces de replicar algo parecido cuando eran apenas niños; pero por entonces era un mero chispazo brusco en reacción a alguno de sus sentimientos. Una vez padawans, se les pedía movimientos controlados y plenamente conscientes. Algunos se volvían expertos en dicha área de la Fuerza; a otros les resultaba más difícil. Y por el momento, a pesar de que Irisdy siempre había sentido una afinidad brutal por la Fuerza, a ella estaba claro que el ejercicio se le resistía.

Ante su evidente esfuerzo y sentimientos encontrados, su maestro le hizo un gesto para detener su intento frustrado y escaneó con calma el vínculo entre ellos. Sintió la inquietud y la culpa en la mente de la niña, junto con una pequeña ráfaga de vergüenza, y le colocó una mano cuidadosamente en el hombro en señal de comfort y apoyo.

- ¿Qué detiene tu progreso, mi joven padawan? ¿Qué te preocupa?

El maestro Reeves era paciente y cuidadoso. En el poco tiempo que llevaba con aquel, Irisdy había descubierto que, además, era un gran conversador. No tenía problemas para hablar de nada; incluso de complicadas teorías o asuntos delicados de la Orden de los que cualquier otro Jedi jamás hablaría. Era abierto y sincero; y ante la reserva y privacidad excesiva de la mayoría de los Jedi del Templo, a Irisdy le parecía reconfortante.

Por ello se sintió con el valor de confesar su inquietud; aunque eso no hizo que la expresión avergonzada de la niña dejara de crecer a medida que murmuraba su resignada respuesta.

- Me... Siento mal usando la Fuerza cuando no es necesario - el susurro fue casi imperceptible.

El maestro Reeves la miró fijamente a los ojos. Irisdy lo sintió empujar contra su mente, leer sus pensamientos; y el Jedi le sonrió con calidez unos segundos después, encontrando sus motivos conmovedoramente inocentes. Sentía el increíble respeto que su padawan tenía por la Fuerza, su devoción sin límites; queriendo cuidarla y protegerla como algo sagrado y reticente a hacer un uso personal y "egoísta" de ella.

El maestro Reeves le acarició suavemente el hombro que le sujetaba en un gesto de sincero cariño.

- Tu respeto por la Fuerza no es motivo para avergonzarse, Padawan, sino de admiración - la animó, su tono sin ni una pizca de decepción o reproche - Sin embargo, debo pedirte que replantees tu enfoque. Si bien la Fuerza solo debería explotarse en situaciones reales de urgencia, no podemos reservar su uso únicamente para dicho momento. El control de la Fuerza, como cualquier otro arte, requiere de práctica; y hay que practicar de forma recurrente a lo largo del tiempo. De lo contrario, podrías no dar la talla cuando ese momento de crucial importancia se presentara ante tus ojos. Entiendo tu punto de vista, joven padawan, pero este paso es inevitable en tu entrenamiento.

La lógica le ganó a la culpa en el corazón y la mente de la niña; y suspirando y dejando atrás sus resquemores iniciales, Irisdy se concentró una vez más y movió la pequeña piedra colocada frente a ella en el suelo sin esfuerzo. Su maestro la entretuvo levitándola a intervalos irregulares y ordenándole cuándo cogerla y soltarla, afianzando su agarre sobre aquel nuevo arte de la Fuerza y puliendo los detalles al máximo.

Al final de la semana, Irisdy fue capaz de levitar su propia espada láser en el aire varios segundos, e incluso un casco de entrenamiento. Eran mucho más pesados que las piedras con las que inicialmente había practicado y requería de mayor concentración; pero con ésta plenamente alcanzada, lo demás suponía ya poco esfuerzo para la niña sensible a la Fuerza.

Para final de mes aprendió a levitar más de un objeto al mismo tiempo; y tres meses más tarde del inicio de su nueva habilidad, Irisdy era capaz de controlar y mover hacia lados distintos varias cosas al mismo tiempo, y convocar su sable para que volara directo hacia sus manos desde una corta distancia.

Reeves estaba muy orgulloso de su sorprendente progreso. Irisdy podía sentirlo a través del vínculo; la emoción brillante y cálida, tan volátil, que su maestro incluso la abrazó suavemente en un impulso. La niña se sintió sorprendida –el contacto físico, incluso en un gesto inocente y corriente como aquel era poco común en el Templo–, pero llena de la misma ilusión y alegría no tardó en sonreír y abrazarlo de vuelta.

Se sentía satisfecha y orgullosa con su progreso. Además, concentrarse en la Fuerza era toda una experiencia; la sentía zumbando por el interior de sus venas, y a su alrededor; usarla le hacía sentirse poderosa y honrada al mismo tiempo, agradecida de poder experimentarla a través de su cuerpo y tomarla prestada para mover aquellos objetos.

Amaris había comenzado finalmente con aquella práctica un par de semanas después que ella; pero era evidente por su rostro enfurruñado en el comedor por las mañanas que su entusiasmo había quedado rápidamente tapado por una resignación pesada. Su compañera le había confesado que tenía problemas incluso para mover la más pequeña de las rocas –a pesar de que Windu insistía en que era normal–; e Irisdy no se había atrevido a decirle lo bien que a ella le iba para no decepcionarla. Irisdy quería ser un Jedi y una buena persona; aunque bueno, podría decirse que aquellas dos cosas iban ligadas de la mano, ¿no?

La teoría del vínculo [OBI-WAN KENOBI]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora