Capítulo 34: Exageraciones salivales.

9.5K 572 229
                                    

Exageraciones salivales.

Alzó con su dedo izquierdo la parte izquierda de mi ceja derecha e hizo una mueca.

— Achica tu otro ojo —ordenó pensativo y así lo hice sintiendo como mi ceja izquierda bajaba—. Inclina un poco tu boca hacia el lado izquierdo. —y también lo hice. Carl sacó su dedo lentamente de mi ceja con expresión concentrada y también se alejó un poco. Me observó con detenimiento y luego, estalló en carcajadas.

Distorcioné mi cara completamente para fruncir el ceño, pero luego comencé a reir ya que su risa era bastante graciosa.

— Lo siento —dijo agarrandose el estómago luego de un tiempo—. Creo que es un imposible —paró de reir pero mantuvo una sonrisa plantada en su rostro algo divertido—, tu ceja no fue hecha para ser enarcada. —sonreí de la misma forma.

La puerta fué abierta frente a nosotros y una Carol muy formal y bien vestida se quedó parada debajo de esta con su mano derecha en la perilla, sonrió.

— Muchachos, vístanse, habrá una fiesta dentro de poco —asentimos esperando a que Carol se fuera, pero se quedó ahí parada—. Ahora. —dijo repentinamente seria y nos paramos rápidamente para ir a nuestras respectivas habitaciones.

Pasé fugazmente por el lado de Carol, quien inmediatamente que se echó a reir cuando ya habíamos salido.

Por más que ella siguiera riendo y ya esté por bajar las escaleras, seguí mi camino de frente, encerrándome en mi habitación.

A los cinco segundos la puerta fué abierta, entrando un Carl sonriente.

— No me despedí.

— Bueno, se supone que...

— Dije que no me despedí.

— Si, y yo te estaba diciendo que... —viró los ojos divertido y se acercó invadiendo mi burbuja invisible de espacio personal.

— Creo que tienes que aprender a captar las indirectas.

— ¿Qué indirec...? —oh, esa indirecta.

Y no me había dado cuenta de lo que hablaba hasta que sentí sus labios sobre los míos, reí y le seguí el beso.

— ¡Iugh! ¡puaj! ¡asco! —empujé a Carl por instinto al escuchar la aún no varonil voz de Thomas, quien nos observaba con el ceño fruncido.

¿Qué carajos hacía él aquí?

— ¿Por qué comparten saliva? ¡es asqueroso! ¿acaso les sabe rico? ¡por que no lo es! y eso lo sé por experiencia propia. —fruncí el ceño.

— ¿A caso has besado a alguien? —preguntó Carl.

— ¿Que? ¡no! Jamás besaré a alguien ni tendré novia, ¡que asco! —dramatizó con cara de repugnancia— ¡Dije que lo sé por experiencia propia porque yo paso saliva todos los días!, Dios, están locos. —negó con su cabeza y yo mordí mi labio inferior para contener una risa ante su exageración.

Ay, Thomas.

De todas formas —dijo Carl intentanto tranquilizar las especulaciones salivales del mini rubio—, ¿que haces aquí?

— Vine a recoger mi carro —Thomas caminó hacia el lado derecho de una mesita de noche y recogió el objeto, caminó hacia la puerta y nos observó a ambos quedándose parado firmemente en el lugar.

— ¿Pasa algo? —pregunté, Thomas asintió.

— Si, estoy esperando a que Carl salga, no quiero que terminen enfermos por tener gérmenes en su garganta. —reí y Carl salió de la habitación, Thomas me miró y sonrió para luego cerrar la puerta.

¿Dixon?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora