¿Dixon?

Capítulo 2: Estúpido chico.

Estúpido chico.

Más de dos años durmiendo de árbol en árbol cual osos perezosos y hoy, por fin encontramos una cabaña.

Thomas guarda el paquete de cereal en el baúl y se tira en la cama para meterse una cucharada llena a la boca.

—Este lugar es bonito. —sonríe y una hojuela de cereal se sale por el hueco que hay en su boca debido a su falta de diente. Sonrío.

—Lo es. —me paro del sofá y abro un poco la mini cortina de la ventana.

Todo permanece tranquilo.

—¿Te gustaría quedarte aquí?

—El lugar es bonito, squirr, pero no hay baño y no me gusta salir para usar la manguera.

—Claro —dejo caer la cortina y camino por el sitio—. Volveremos a buscar un lugar en dos días entonces, cuando la comida se acabe. —el enano asiente y me detengo en una estantería.

Unos libros un tanto empolvados están ahí.

Dos de ellos tan gruesos como el libro de biología que solía llevar la gente de secundaria, otros dos tan finos como para decir que se trata de cómics o caricaturas y uno con un tamaño promedio.

Todos tienen una notoria capa de polvo.

Dejo a un lado la pequeña porción de cereal que Thomas me había servido.

Cojo los cinco libros y los llevo a donde me encontraba anteriormente, el polvo no es mucho como para decir que tapa la portada de cada libro, pero aún así los sacudo y reviso uno por uno, el primero, te enseña cosas útiles para situaciones en las que nos encontramos, el segundo, es uno de esos libros que contiene más de quince cuantos infantiles diferentes, el tercero y cuarto, efecticvamente son comics y el quinto era el primer libro de Percy Jackson, The Lightning Thief.

Vuelvo a echar una ojeada al ambiente que me rodea, deduciendo que aquí probablemente se alojaba una familia pequeña cuando quería venir de caza o salir de excursión —por el armario con provisiones y la cabeza disecada de venado que nos observaba desde arriba de la puerta.

Suelto el libro que traigo entre manos y abro el baúl, observando los paquetes y latas de comida con sus fechas de vencimiento.

—La mayoría vence este año —miro a Thomas—. ¿Sabes como hacer fideos? —alzo el paquete, el blondo niega con la cabeza—. Yo tampoco —comienzo a rebuscar y alzar cosas—. No se como cocinar ninguna de estas cosas, de hecho. Pero hay varias latas de durazno y... ¿te gusta el atún con tomate?

—No.

—Bueno, igual las tendremos que comer.

( ... )

—¿Listo?

—Tengo sueño. —me agacho a coger la manguera y le salpico un poco de agua en la cara.

—¿Listo?

—Sí —agita la cabeza—, sí.

—De acuerdo —ajusto la correa de la mochila y cierro la puerta de la cabaña—. En marcha.

Entonces, siendo aproximadamente las cinco y media de la madrugada, partimos nuestro camino en busca de una salida de este lugar y una casa.

Pretendíamos caminar sin parar, pero a los cuarenta y cinco minutos, fracasamos y ya nos encontrábamos en un descanso.

—No servimos para esto Tommy.

—No. —niega con la cabeza y toma un último sorbo de agua.

Y volvimos a seguir con nuestro camino, que fue más descansos que caminata. Sin embargo, cerca de las siete y cuarto de la noche, dejamos de ver tantos árboles y visualizamos una hilera de casas.