¿Dixon?

Capítulo 35: 1... 2... ¡3!

Con los pies pegados al suelo y las rodillas sacudiéndose de un lado a otro, me encuentro sentada en la esquina de un sofá.

Volteo al escuchar un ruido, viendo al hombre de ojos celestes echarle seguro a su puerta.

— ¿Por qué haces eso? —pega un respingo y me encara con una sonrisa torcida.

— Es algo habitual, ya sabes, mejor prevenir que lamentar. —asentí algo extrañada y volví a sacudir mis rodillas.

Al poco tiempo se acerca con dos tazas en ambas manos y se sienta.

— ¿Quieres un té? —asentí y me pasó la taza—, cógela bien del asa, está caliente.

— Uhm, gracias, este... —alargo intentando recordar su nombre.

— Jefferson —sonrió—, puedes decirme Jeff, si gustas, claro.

— Vale, entonces, gracias Jeff —sorbí algo del té pensando en algo que decir— ¡Adgh! ¡Mi dengua! —puse la taza en la mesita del frente y agité desesperadamente las manos al lado de mi lengua en un intento de enfriarla.

No funcionó, claro está.

Jeff rió.

— ¿De gue de dies? —pregunté con la legua afuera y mi voz salió "levemente" extraña, ojos celestes rió más.

Comencé a respirar con la boca y la lengua afuera, como una mujer a punto de dar a luz y cuando sentí que poco a poco volvía a la normalidad, le proporcioné un golpe en el hombro a Jeff.

— Auch, ¿por qué fué eso? —lo miré con cara de pocos amigos.

— Por dejarme casi perder la lengua. —él volvió a reír cortamente.

— ¿Qué quieres hacer mientras esperamos? —me encogí de hombros y me puse a pensar.

Él es parte de los que ayudan con la carga pesada, no nos habla mucho, pero siempre cumple con sus obligaciones en el lugar. Es un hombre que vive solo, Deanna nos contó que desde antes del apocalipsis, no tenía familia, así que no tuvo mucho de que preocuparse en estos años.

Recordé que dijo la gordis el día de llegada.

— Uh, ya sé, cuéntame sobre ti. —su mirada se alzó rápidamente.

— ¿Sobre mi? —asentí.

— Sí, sobre ti.

— Este... seguro —se encogió de hombros—. ¿Qué quieres saber? —su rodilla derecha empezó a subir y bajar con notorio nerviosismo, bajó su mirada al suelo.

— Uhm, ¿te parece contarme desde el antes del apocalipsis?

— Bueno, mis padres murieron cuando era joven y desde ahí me he dedicado  cuidar de mi mismo, no es mucho en realidad. —sonrió con los labios apretados.

— Claro —dije no muy convencida de su historia—. ¿Y ya lo superaste? —esta vez sonrió abiertamente y murmuró un «Lo sabía.» que fué a penas audible, fruncí el entrecejo por un momento y luego decidí hacer como si no lo hubiera oído.

— Sí, ya lo superé.

— ¿Entonces no te molesta si pregunto cómo murieron?

— En lo absoluto —guardó por un momento silencio y alzó su vista—. Fué en un incendio, logré salir a tiempo, pero mis padres y mis... bueno, mis cosas junto con lo demás quedó completamente carbonizado. —asentí.

— ¿Y la policía? ¿Te mandó a un orfanato? —negó.

— No, la policía no me encontró, no quería ir a un orfanato así que me mantuve escondido. —parecía bastante seguro de lo que decía, tanto, que me hizo pensar en cuantas veces habrá dicho lo mismo a diferentes personas.