¿Dixon?

Capítulo 38: Noche de sucesos. No es un adiós Capitán Mindman.

N/A: Lean la nota de autora al final.

Noche de sucesos. No es un adiós Capitán Mindman.

Salto sintiéndome atrapada y lucho por quitarme las sábanas de encima.

Me sigo moviendo cual pez sacado del agua hasta que me siento un poco más libre y escucho un golpe en seco a mi costado.

Saco las sábanas de encima y algunas prendas que quedaron también ahí, asomo mi cabeza por el lado izquierdo de la cama y veo a Thomas en el suelo con la boca medio abierta y en pose de estrella, de nuevo.

—¿Thomas? —susurro, pero el niño se mantiene en su estado roca.

¿Ni siquiera sintió dolor al caer?

¿No se quebró algún hueso?

¿Cómo llegó Thomas Patricio aquí?

Preguntas que por el estado del pequeño Hitler, no serán respondidas ahora.

Alzo mi brazo para ver la hora nuevamente, son casi las seis y diez.

Cojo mi cabello y lo siento aún húmedo, lo dejo de lado, me paro y cargo a Thomas de regreso a la cama e inmediatamente marca su territorio volviéndose a estirar como estrella en ese espacio, lo cubro con la sábana y cuando estoy a punto de dar un paso fuera de la cama, tropiezo para adelante pero no llego a caerme.

Me fijo en el bulto con el que había tropezado y veo a Carl tirado en el suelo, durmiendo cómodamente.

¡Hasta tenía una manta!

Me agacho hasta estar a su altura y comienzo a zamaquearlo.

—Carl —susurro mientras lo sigo zamaqueando—. Carl, despierta.

Putingo.

—¿Ah? —rasca su cabeza entreabriendo los ojos y soltando un bostezo.

—¿Qué haces aquí, bostezador? —pregunto mientras bostezo igualmente.

—Duermo... —viro los ojos.

—Me refiero a por qué duermes aquí y no en tu cuarto.

—Ah, no lo se.

—Bueno, largo. Tengo que cambiarme.

—Adelante, por mi no hay problema, puedes cambiarte ya si quieres.

—Pues no quiero, largo. —Carl refunfuña y se para para salir de la habitación haciendo una pésima imitación de mi voz.

Y es ahí cuando aprovecho para hechar el seguro a la puerta y luego vestirme nuevamente con un pantalón, una camisa y unas botas.

Corro escaleras abajo y soy detenida por Carl en medio del camino, así que caigo para atrás, pero él en un intento de hacerse el caballeroso príncipe de las películas románticas, me carga con sus brazos, que al ser tan flacuchos como un palo, me tiran al suelo y hacen que él caiga conmigo.

Aplastándome por completo.

—Carl... —susurro asfixiada y moribundamente— me... aplastas.

—Oh, claro, claro, que tonto. —da una torpe vuelta y cae a mi costado como una morsa.

—¿Me explicas qué tratabas de hacer? —aclaro mi garganta y me siento.

—Supuestamente... ibas a asustarte y luego dirías algo como "Oh, Carl, me asustaste" luego reiríamos y así. Pero no —dramatizó alargando la 'o' y negando con su dedo—. La señorita Squirr, tenía que caer de espaldas y hacer que caiga en el intento de salvarla. —río.