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-Debes hacerlo.- NamJoon había permanecido a su lado todo el tiempo, al principio SeokJin también estaba, pero rápidamente tuvo que irse a atender unos asuntos. Por lo que ahora quedaban ellos dos,

-Sabia que en algún momento pasaría, que tendría que llevarlo en el barco a través del Río de las almas para que llegara al inframundo.- Suspiró cansado.- Pero eso sería dentro de años y tal vez, si el hubiera aceptado el beso de la inmortalidad, eso jamás habría pasado.

NamJoon miró a su hermano como nunca antes lo había visto, deprimido.

-Tomate tu tiempo.- NamJoon palmeó su hombro en un intento de demostrarle apoyo y darle fuerzas.- Pero no demasiado, él se tiene que ir.

Se alejó, dándole tiempo a solas para que despejara sus pensamientos y pudiera despedirse apropiadamente del alma del Humano.

YoonGi lo miró alejarse y se levantó hasta el lugar donde descansaba Jungkook, recostado en una cama de mármol; la flecha todavía seguía en su pecho, no hubo forma de que Hoseok, ni ningún otro Dios, pudiera removerla y YoonGi se negó a que alguien más lo tocara y dejara un hoyo en su cuerpo.

-Lo siento, jamás debí acercarme a ti.- acarició el cabello de Jungkook, que aunque todavía conservara su suavidad, no se podía decir lo mismo del brillo, ahora era opaco, al igual que su piel y sus labios, que ya no tenían aquel color rosado y su piel ahora tenía la misma temperatura que la de YoonGi.

Se lamentó, lamentó acercarse a él, se arrepintió de haberle hablado aquel día en el bosque, de insistirle en cortejarlo y de haberle propuesto todas esas cosas que ahora jamás iba a cumplir.

-No pude quitarte las pesadillas.

Una pequeña gota de agua salada cayó en la mejilla de Jungkook, provenía de los ojos del Dios. YoonGi extrañado, llevó su mano hasta sus ojos, limpiando con un dedo el rastro húmedo que había dejado la gota.

Lágrimas

Los dioses no lloraban, pero ahora de sus ojos caían cascadas saladas.

Llevó sus manos al pecho de Jungkook, sin tocar la flecha y extrajo de él su alma en forma de una pequeña esfera dorada.
Suspiró al verlo de esa forma, llevaba años haciendo lo mismo desde que fue liberado de su padre y en todo ese tiempo jamás había visto un alma tan bella y brillante, Jungkook brillaba más que el propio sol.

Si tan solo tuviera una segunda oportunidad y poder hacer las cosas bien esta vez, de tener a Jungkook entre sus brazos brindándole calor y por nada del mundo dejar que alguien más vuelva a lastimarlo.

-μητέρα Gæa*, diosa de la tierra.- rogó a su madre, la diosa Gea, mejor conocida por todos como madre tierra, ella que le había dado vida a tantas criaturas que ahora estaban en el mundo.- Dame una oportunidad más, tú que le has dado vida a este humano, regrésalo a mi lado.

Tras minutos después de su petición, se resignó a no obtener respuesta, después de todo era algo imposible. Resignado, se dio la vuelta para salir cuando vio a su madre, parada frente a él.

-¿Me llamaste?

-Te he llamado en busca de una segunda oportunidad.- Rea solo asintió, había escuchado su petición.

Levanto el brazo hacia él y el alma de Jungkook avanzó hasta posarse por encima de su palma.- te la daré, pero deberás hacer las cosas bien esta vez, porque no habrá terceras oportunidades.

El alma de Jungkook, que yacía en manos de la diosa, tomó la forma de su cuerpo y el corazón de YoonGi dio un vuelco al ver su rostro mirándolo otra vez.

-Jungkook..- caminó hacia él con la esperanza de poder sentirlo como cuando estaba vivo. Pero un alma no es de carne y hueso.

-No puedo devolverle la vida que ya le han quitado, pero puedo hacer que renazca otra vez.- YoonGi la escucho con atención.- ¿Cuanto estás dispuesto a esperar?

-Lo que sea necesario.- no dudo en su respuesta. Esperaría lo que tuviera que esperar, días, meses, años o hasta siglos.

-Entonces, hijo mío, más vale que tú paciencia sea infinita.

Cuando Rea se marchó, se llevó junto a ella el alma de Jungkook, esta vez, el inframundo iba a tener que esperar para tener el alma de Jungkook.

Jungkook myth Donde viven las historias. Descúbrelo ahora