CAPÍTULO 14

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POV Alessandro.

—¿Sabes el significado del respeto y la privacidad? —cuestioné enojado, aun no podía creer lo que hizo.

Amelia había entrado a mi casa y lo peor, entrado a mi habitación en plena mañana gracias a la copia que aun guardaba, pensé que ya no la tenía en su poder y he aquí la sorpresa que sí. Cuando sentí a alguien a mi lado realmente me asusté, llevaba mucho tiempo durmiendo solo y era obvio que no podría ser Maia.

Ahora nos encontrábamos en la cocina, estar en la habitación era una zona de peligro y sabia muy bien que ella utilizaría todas sus cartas.

—No te enojes, Alessandro —me abrazó por detrás, reposando su rostro en mi espalda. Me tensé de inmediato y pensé en Maia y en lo mucho en que no le gustaba que estuviera con ella. No debía de tener este tipo de contacto—. Sabes que siempre lo hacia y te encantaba.

Sus manos empezaron a descender y las detuve, justo antes que tocaran la pretina de mi pantalón. Me solté de su agarré y fui a estar a la otra esquina de la encimera.

—No vuelvas hacer algo como eso —ordené en tono fuerte, pero ella empezó a reírse sin razón alguna.

No me hacia ni puta gracia esto.

—Solo estaba jugando, ¿Qué pasa? Actúas como si estas manos y —las movió rápidamente y su lengua—. No conocieran a tu amigo...sabes que lo conocen muy bien y el a ellas.

Guiñó un ojo divertida y negué levemente, mientras batía unos huevos.

—Amelia si nos vamos por ese camino, muchas mujeres lo conocen —me encogí de hombros y sonreí al ver que la diversión ya no estaba en su rostro—. Ahora tienen una dueña...M A I A

Esta vez guiñé el ojo yo.

¿Será que ya había despertado? —pensé ilusionado y deseé tener el privilegio pronto de verla así, recién levantada. Debería ser una maravilla.

Suspiré sonriente y continué con el desayuno.

No la llamaría, en la tarde pasaría para saber cómo estaba ella y mi hija, después me iría, ay de Maia si no me invitaba a quedarme...podría atacarla con cosquillas o no comprarle mas hamburguesas...si eso haría.

—¡Alessandro! —un gritó en mi oído me sobresaltó.

—¿Qué mierda? ¿Por qué me gritas? —eché los huevos en la sartén y empecé a revolverlos.

—Te estaba hablando y me ignorabas mientras tenias una puta risa de enamorado en tu rostro —exclamó molesta—. No te hagas ilusiones cariño, ella y tú no van en la misma oración. ¿Por qué no entiendes que ambos terminaremos juntos?

Bufé exasperado, pero no dije nada, continué preparando el desayuno y al cabo de quince minutos ya todo estaba listo.

—Todo se ve muy bien y huele delicioso —me besó rápidamente en mi mejilla y gruñí—. Ya, está bien, no volveré hacerlo.

—Eso espero —mi teléfono empezó a sonar en algún lado, no sabia en donde lo había dejado—. ¿Puedes buscar el teléfono? Si es del trabajo no contestes, hoy es domingo y es el único día que tienen que respetar.

—Esta bien.

Fue a buscarlo mientras yo terminaba de servir y acomodar todo.

No había ayudado en nada, solo se quedó viéndome.

¿Aun así quería casarse cuando no sabia cocinar? ¿Y si perdía todo su dinero?

¿Qué mierda seria de su vida?

REFUGIO DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora