CAPÍTULO 3

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—No había necesidad que me acompañara —aclaré, viéndolo de reojo.

Alessandro había venido junto conmigo para ir por Lucia, esperaba tener el tiempo para hablar con ella, pero no, él decidía venir y dar una notica tan importante y trascendental como esa sin anestesia.

—Es mejor que nos vean desde ahora juntos —sentía como su mirada me perforaba, pero seguí viendo las calles pasar—. Trataré que Lucia sea lo menos expuesta posible, esto es algo de los dos y no quiero involucrar a tu hija.

Se sentía bien escucharlo tutearme, tenía que empezar hacerlo.

—Exacto, no quiero que Lucia se vea involucrada —concordé.

—Las personas nos preguntaran como nos conocimos, les diremos que en el hospital donde soy socio.

Esta vez si que lo había volteado a ver.

—¿Así que eres casi el dueño? —cuestioné inquisitiva, mientras alzaba una ceja.

—Se podría decir que sí —su sonrisa arrogante se abrió paso y rodeé los ojos—. ¿Qué pasa? ¿acaso hay algo que te incomoda, Maia?

La manera en que había dicho mi nombre había sonado tan secreta, intima...él estaba coqueteando y no podía creerlo. Inhalé hondo y negué, no le seguiría el juego, pero tal vez...solo tal vez lo haría en otra oportunidad.

Cuando llegamos Jeremy nos abrió la puerta y le sonreí, no había tenido la oportunidad de saludarlo.

Estaba por caminar hacia la entrada y sentí como Alessandro entrelazaba nuestras manos, mandando corrientes eléctricas por todo mi cuerpo. Por un momento me detuve demasiada confundida con la sensación y el hecho de lo bien que se sentía.

—¿Vamos? —preguntó

Asentí, viendo como las personas empezaban a detenerse a nuestro alrededor y murmurar.

Alce mi rostro y nos adentramos a la clínica, miré esperando encontrar en el recibidor aquella mujer que no permitía que Lucia fuera atendida y para mi sorpresa estaba otra persona.

—La despedí —murmuró en mi oído, sorprendiéndome un poco por el atrevimiento, lo miré de inmediato.

Grave error.

Nuestras narices rozaron y su respiración golpeó con fuerza sobre mis labios. Ambos nos miramos fijamente, haciéndome olvidar solo por un par de segundos en donde nos encontrábamos.

Miré al frente rápidamente y apresuré el paso.

¿Había química? Claro que sí. Necesitaba mantenerme serena.

—Esta es la habitación —señaló—. Ordené que estuviera en una más cómoda, espérame en el automóvil, yo iré hablar con Joseph sobre su condición.

Asentí y entré, viendo con lo más hermoso de mi vida. Tenia una ropa muy diferente a la que traje y supe que se trataba de Alessandro.

—Mami —abrió sus manos y corrí abrazarla.

Tenerla entre mis brazos era paz para mí, haría todo por ella sin pensarlo.

—Te extrañé muchísimo —susurré, empezando a besarla por todo su rostro—. Otro minuto mas y no lo soporto.

Empezó a reírse, llenando de un melodioso sonido la habitación.

—También te extrañé —me separé por el tono de su voz—. Sé que tienes que trabajar en las noches, pero no quiero estar mas sola mami.

REFUGIO DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora