CAPÍTULO 21

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POV ALESSANDRO.


Bajé rápidamente las escaleras, escuchaba los gritos de Maia atrás de mí, pero, no le prestaba atención, tenía mucha ira, necesitaba descárgala con el maldito de Esteban y enseñarle que a una mujer no se le tocaba, le daría la mayor paliza de su vida.

Abría la puerta cuando su mano me agarró del brazo.

—¡No lo hagas! ¡por favor no! —gritó, estaba asustada y no paraba de llorar—. ¡Solo quédate conmigo! ¡No salgas!

Al verla en ese estado y verme a mí mismo calmarme ante sus suplicas y mirada, logrando dejar a un lado mi odio y la ira que sentía para abrazarla y hacer lo que me pedía, me di cuenta que la amaba con toda mi alma, ella tenia las llaves de mi corazón.

—No quiero que estés asustada y mucho menos que llores más —besé su frente—. Tienes que entender que alguien debe de poner en su lugar a ese maldito. No sucederá de nuevo, mira ni siquiera pude hacer algo para evitarlo, cuando me necesitabas no estuve y me hierve la sangre ... ¡aaah!

Me separé de Maia y empecé a tirar todo a mi paso.

—¡Alessandro!

—¡No! ¡No! —grité sin poder contenerme—. ¡¿Por qué, Maia?! ¿Por qué me mientes? ¡¿por qué?!

Estaba dolido con ella, había estado tratando por todos los medios en que confiara en mí, en ser esa primera persona que acudiera si tuviera un problema, pero no lo hacía, no confiaba.

—N-No quería pre-preocuparte, él me amenazó...me da mucho miedo y no quería que te lastimara —sollozaba sin parar, me partía el alma verla así.

—Con más razón debes de decirme, ¡Soy tu maldito esposo! ¡confía en mí! ¡cuéntame todo! —inhalé hondo, tenia que calmarme y bajar el tono de mi voz, no quería asustarla—. No sé qué estoy haciendo mal para que tu no recurras a mí, y si él te dice que te quitara a Lucia, pero para tenerla de vuelta me tienes que dejar. ¿Qué harás Maia?

Ella bajó su cabeza y apretó sus labios, seguía llorando, aunque deseaba abrazarla no lo hice, solo me quedé ahí quieto, esperando que su llanto pasara y pudiera responderme, pero no lo hizo y eso en verdad me rompió.

—Yo...

—No digas nada más —la interrumpí—. No puedo ser el único que lucha, tu tienes que poner de tu parte, pero si no estas dispuesta, ¿Qué esperas para irte? Porque eventualmente él te lo dirá y me dejaras, no puedo pelear contra el amor de una madre.

—No...No, jamás me iría con él...no soporto estar a su lado, me da miedo y lo siento, no supe que hacer, no supe, pero por favor no digas que te dejaré porque si lo hago, estaría dejando mi alma contigo.

La miré sin expresión alguna y chasqueé la lengua, fui hasta las escaleras y me senté, ella no tardó en sentarse a mi lado.

Sus palabras eran como un bálsamo y calentaban mi interior, pero seguía molesto,

—Esteban y mi padre me hicieron mucho daño en el pasado, por cinco años les he temido y es difícil...para mí lo es, entender que ahora tengo a alguien a mi lado, que estoy casada, que hay alguien que me protege, es difícil... —agarró mi mano, entrelazándola con la suya—. Nunca fui tan feliz en mi vida, este tiempo contigo ha sido fantástico y quiero seguir inmortalizando momentos, pero tengo miedo de lo que ellos puedan hacerte a ti o a tu familia.

Volteé a verla tratando de estar en su posición, lo que me resultaba siendo difícil cuando aún me ocultaba cosas de su pasado...como también yo lo hacía. No hablaba sobre ello porque me afectaba y seguramente a Maia también.

Sabía que el tema de las relaciones sexuales era algo delicado para ella, tal vez pensaría que la usaría y la abandonaría...no lo sabía con certeza. Necesitaba entenderlo, pero hasta que ella no me hablara sobre ello por su propia voluntad, yo no trataría de ir más allá cuando la besaba, lo menos que quería era que se sintiera presionada.

—Lo golpearé cuando lo vea, Maia —prometí—. No me importará nada, ni el lugar en donde posiblemente estemos, lo golpearé y él entenderá —acaricié su rostro con mi mano libre y maldito—. Eso es seguro, pero mientras lo denunciaras, eso hará que ni siquiera pueda acercarse a ti y mucho menos a Lucia, le quitaran la visa...no podrá seguir aquí —le expliqué, manteniendo mi mirada fija en ella, quería saber lo que pasaba por su mente—. Solo tenías que contestar mi llamada y contarme, iría corriendo hacia ti, lo arreglaría todo...yo haría todo por ustedes dos.

Me solté de su agarré y me levanté. Saqué mi teléfono de entre los bolsillos, escribiéndole a Joseph y a mi abogado para que vinieran de inmediato.

—No te culpes por esto —señaló su golpe—. Esto es algo físico, duele por unos instantes y después sana pero aquí —señaló su corazón—. Las heridas pueden tardar hasta años en cicatrizar, tu me ayudaste a cicatrizar heridas que llevaban abiertas tantos años, has hecho mucho...no te culpes.

—Si no me fuera emborrachado yo habría ido contigo, yo estaría contigo, tu rostro no estaría herido, pero no estuve y te prometo que no volverá a suceder.

Ella negó rápidamente.

—No es tu culpa, no te culpes, además ambos necesitamos esos ratos libres, a veces la vida de casados puede ser un poco abrumante —sonreímos—. Esperaré a Joseph, tu encárgate de la denuncia, daré mi declaración, aunque eso sea declararle una vez mas la guerra a mi padre. Estoy lista y haré lo necesario para mantener a mi familia unida. 

REFUGIO DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora