CAPÍTULO 24

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Todo mi cuerpo se congelo al escucharla, no sabía que sentir en ese momento, quería que el piso se abriera y de paso me tragara al tener todas las miradas sobre nosotros dos, en especial sobre mí, miradas juzgadoras, ni si quieran me daban el voto de la duda.

Jamás en mi vida había sido humillada y lo estaba haciendo ahora por la ex de mi esposo, alguien con el orgullo herido. Volteé a verlo a mi lado, quien mantenía su mirada fija en el escenario, sus manos estaban en puño y supe que lo resolvería de una muy mala manera, me adelante y caminé hacia el escenario.

Ella frunció su ceño al verme sonriendo y de paso, caminando hasta ella.

—Dame el micrófono —pedí amablemente, aunque de todas maneras se lo quité—. Buenas noches.

—Pásame el micrófono —dijo entre dientes.

—Bueno, ya que hablaste mentiras sobre mi creo que merezco limpiar mi nombre —expliqué, encogiéndome de hombros—. A veces minimizamos algunos trabajos o los catalogamos como una vergüenza, no debería de ser así. Unos tienen el don de los números y estudian contaduría o alguna ingeniería, otros les enfurece las injusticias y se deciden por derecho, otras personas no tienen la posibilidad de estudiar, así que buscan trabajo, pero por el simple hecho de no tener un título y experiencia, no los aceptan. Les pregunto, ¿Qué tendrían que hacer ese tipo de personas sin oportunidades? —los miraba fijamente a cada invitado, algunos bajaron sus rostros, otros solo susurraban—. De esas personas, a los hombres les toca esa vida de vandalismo, que tarde o temprano empieza a cambiar su interior y las mujeres, empiezan a prostituirse o trabajar en la vida nocturna sin necesidad de acostarse con ningún hombre, y es que...cuando tienes personas a tu cargo, sabes que deben de comer, tener un lugar donde vivir y te preguntas... ¿dejaré que muera de hambre? La respuesta es simple...No.

—No es una justificación para ser una prostituta —dijo a mi lado, intentado quitarme el micrófono.

—Claro que es una justificación, es la vida de tu hijo quien está en juego, pero no lo sabrás y tal vez nunca porque no tendrás esa necesidad —dije—. Nací en una familia millonaria, me crie y viví gran parte de mi vida con ellos. Tengo un título, pero tuve que huir de mi país, de mi propia casa porque mi padre quería obligarme a casarme con mi ex novio, alguien violento que abusó de mi varias veces —no miraba a nadie excepto a Alessandro, quien con su mirada me calmaba y daba la valentía para hablarlo públicamente sin darme vergüenza...yo era la víctima—. Hui y vine a Estados Unidos, no encontré trabajo así que me dije...eres una muy buena bailarina, debes aprovecharlo y empecé a trabajar como bailarina nocturna, después me convertí también en una dama de compañía, jamás me acosté con un cliente, era lo primero que había en mi contrato y sorpresa —dije sonriendo—. No todas las bailarinas y damas de compañías, son unas prostitutas...ahora, pueden criticarme, revelar esto a los medios o tocarse el maldito corazón junto con sus podridos bolsillos y ayudar a estas personas sin oportunidades...hoy pueden tener éxito, mañana tal vez estén como estas personas...gracias Amelia, por tu rencor y tu falta de vergüenza...posiblemente personas sin oportunidades, tengan por primera vez una.

Le entregué el micrófono e hice mi camino hacia donde estaba mi esposo.

De repente las personas empezaron a aplaudir y a mirarme diferente, con orgullo, tristeza, había de todo, pero ninguna mirada negativa, excepto la de los padres de Alessandro, mi padre y los de Amelia, claro está.

—¿Sabes que estoy muy orgulloso de ti? —me preguntó, agarrándome por la cintura y trayéndome a él.

—Yo lo estoy de ti —mirarlo a los ojos era hipnotizante, amaba la forma en que su mirada me arropaba el alma.

REFUGIO DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora