CAPÍTULO 1

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—No podemos atenderla, su suscripción ha sido cancelada...lo siento.

—Mi hija se encuentra mal, solo estoy atrasada con un pago...me pondré al día en esta semana, pero por favor necesita atención —supliqué entre lágrimas, mientras la aferraba aún más a mi pecho.

La señora de la recepción miró tras de mí y negó.

—No es posible —respondió fríamente mientras tecleaba en la computadora—. Le pido que se retire de la fila, hay más personas esperando.

—¡Lo que no es posible es que no puedan atender a una niña de cinco años! —Grité, mirando a todos alrededor—. ¡Tiene ESRD! Necesita con urgencia ser atendida. ¡Llamé al médico ahora mismo! —exigí, perdiendo la cordura.

—Ya le dije que no es posible, pague la suscripción y será atendida, de lo contrario márchese antes de que llame a seguridad.

Estaba por mandarla a...freír espárragos cuando una profunda voz hizo acto de presencia. La ira que tenía fue apagada de inmediato.

— ¿Por qué tantos gritos? —preguntó alguien detrás de mí, su voz era dura y por el tono de voz, parecía estar enojado.

—Lo siento señor Lombardi, ya todo está resuelto —explicó, enderezándose en su lugar e inclinándose un poco para que su pronunciado escote fuera aún más notorio.

Me reí por sus palabras y volteé para ver al señor Lombardi.

—No, nada está resuelto —confesé, dándome de cara con un dios griego en toda la palabra—. M-Mi hija necesita atención médica, es urgente y esta señora no quiere pasarla con su pediatra.

Su presencia era fuerte e imponente y que hablar de esos ojos azules que penetraban sin compasión.

Era mi primera vez en titubear al hablarle a un hombre.

—Su suscripción ha sido cancelada por falta de pago, son las políticas de la clínica —explicó.

— ¡Dije que me pondría al día con el pago! —me defendí, sintiendo la necesidad de dejarlo en claro.

—Sígame —me ordenó, antes de empezar a caminar hacia el pasillo de consultas. Lo hice sin refutar, pues sabía que atenderían a mi niña.

Debería de darle un baile gratis.

—Entre, mi amigo la entenderá —señaló la puerta con un leve movimiento de cabeza cuando ya nos encontrábamos frente al consultorio. El pediatra era su amigo. Su mirada en ningún momento abandonó la mía—. No es correcto para una dama como usted, formar esos escándalos.

"Dama"

Hace mucho no me lo decían.

—Lo haría mil veces más si con eso aparece alguien como usted y me ayudara a que mi hija sea atendida —confesé, sintiéndome algo nerviosa—. Muchas gracias, espero algún día devolverle el favor.

—Lo farai.

Fruncí mi ceño confundida sin entender lo que acababa de decir, aun así entré al consultorio y respiré profundo, llenándome de valentía. Estaba segura de algo y era que nada bueno nos esperaría allí dentro.

—Hola Doctor —saludé con una nerviosa sonrisa.

—Hola Maia —sonrió, una sonrisa perfectamente encantadora—. ¿Cómo está el día de hoy?

Se levantó y vino hasta a mí, extendió sus brazos para recibir a mi pequeña y se la di. Lo seguí lentamente hasta la camilla, donde la acostó para empezar a revisarla.

REFUGIO DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora