CAPÍTULO 18

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Tanteé la cama, buscando a Alessandro pero no estaba. Fruncí mi ceño y abrí mis ojos, no había ningún ruido en el baño ni en el armario.

Tal vez ya está desayunando —pensé, mirando la hora y viendo que, si no me movía cuanto antes, se me haría tarde para alistarme y tener lista a Lucia.

Ya llevábamos varios días de casados y habían sido alucinantes, no habíamos tenido nuestra luna de miel por obvias razones en la empresa, así que estaba pospuesta para otro momento, en cuanto vine a vivir a su casa...nuestra casa, me dejo el libre albedrío para decidir sobre toda la decoración, él quería que fuera mas hogareña, que tuviera la mano de una mujer y eso hice. Lucia tenía un cuarto aún más grande y la habitación principal era sorprendente, teníamos para cada uno un armario mas grande que el de pent-house, el baño era exageradamente grande, todo en esta casa era exagerado y trataba de acostumbrarme.

Alessandro le hizo un regalo a Sofia, un apartamento completamente amueblado en el centro de la ciudad, era muy hermoso y claro que no podría faltar lo costoso, ella se negó, pero el alegó que era una muestra de agradecimiento por ayudarme y ser la testigo de nuestro amor, no pude negarse, nadie podía negarse a mi esposo.

Esposo.

Que bien se sentía decirlo.

Sonreí al verme rodeada de tanta ropa, amaba este lugar.

Me puse un pantalón de tela, bota recta de color ladrillo, una camisa blanca de mangas con una abertura en V un poco descotada, me calcé unos tacones blancos, un bolso del mismo color del pantalón y accesorios dorados, mi cabello lo recogí en una cola alta.

Ya lista fui hasta la habitación de Lucia, pero no había ningún rastro de ella. Mi corazón se detuvo, pero me obligué a tranquilizarme, tal vez Emma había venido por ella.

Bajé hacia la cocina, era un largo camino el que tenia que recorrer y sin contar las enormes escaleras, sin duda tendríamos que instalar un ascensor.

Esuché pequeñas risas, eran sin duda mi Hija.

—¿Le gustará? —preguntó.

—Claro que sí, lo hicimos los dos...claro que le gustara.

La curiosidad me ganó y entré, viendo como preparaban el desayuno.

—¿Ustedes hicieron esto? —pregunté sorprendida.

—¡Mamá, no! Era una sorpresa —dijo molesta—. Ahora no es sorpresa.

Fui hasta ella y la abracé, susurrándole que no se molestara, que había sido una sorpresa y que la quería mucho.

—Eres la mejor hija de todo el mundo, mi amor —besé todo su rostro.

—Mami —reía sin parar—. Ya, papi...ayuda.

Me separé sonriente, mis mañanas en compañía de ellos dos eran las mejores.

—Pensé que aun seguías durmiendo cariño —Alessandro se acercó y me dio un pequeño beso—. Buenos días.

—Buenos días —dije estúpidamente—. Gracias.

Volví a besarlo, pero esta vez alargando lo más que podía nuestro contacto.

—Te amo —susurró.

—Yo mas —me separé y los vi detalladamente, ambos estaban listos—. ¿Tu arreglaste a Lucia?

—Sí y puede que haya gastado todo el bote de acondicionador —confesó inocente—. En mi defensa diré que fue por culpa de Lucia.

—¡Papá! —chilló en protesta.

REFUGIO DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora