capitulo 1

2.2K 184 149
                                    

No sé en qué momento pasó por mi cabeza creerle a Hange todas esas palabras tranquilizadoras que me dijo al salir de su casa en plena noche. Palabras que cabe mencionar, no tenían ni una pizca de veracidad en lo absoluto.

Hange vivía en uno de los barrios más peligrosos de la ciudad. Donde tenías que salir dispuesto a pelear con quien se te cruzara en el camino para llegar con todas tus pertenencias a casa.

Este es un barrio tranquilo.

Sí, tan tranquilo que en apenas cinco minutos ya había escuchado diez balazos, ¿o quizás eran pirotecnia? Bueno, tampoco me iba a quedar para averiguarlo.

Todos aquí son simpáticos, no te harán nada.

Obvio, tan simpáticos que amablemente me quitaran la vida a navajazos si no me apresuro a salir de aquí.

El barrio me cuida la espalda.

Esa frase era la que más veracidad tenía entre todas las demás. Pero por una razón completamente diferente a la que se había referido la idiota.

¿La razón? Venía sintiendo la presencia de alguien a mis espaldas. Sus pasos resonando cada vez más cerca de mí.

Valientemente moví la cabeza para mirar por sobre el hombro a quien sea que estuviese ahí, listo para dejar salir todos los insultos que había aprendido a lo largo de toda mi vida. Por desgracia no vi prácticamente nada, cosa que era de esperarse por la oscuridad que existía.

Este barrio me recordaba mucho a las escenas de películas de terror donde secuestran al protagonista para matarlo y vender sus órganos en el mercado negro. 

Agarré firmemente las correas de mi mochila y comencé a apresurar el paso, observando si a mi alrededor existía algún local en donde poder esconderme. Después de caminar por cinco minutos saqué la conclusión de que no iba a encontrar nada abierto.

Ni siquiera me había topado con una persona para pedir ayuda en caso de emergencia.

Y lo peor es que seguía escuchando los pasos resonando fuertemente a mis espaldas, haciendo que mis nervios aumentaran de sobremanera a cada segundo que pasaban.

Padre nuestro que estas en los cielos
Santificado sea tu nombre.

Sí, en casos como estos hasta un ateo se pone a rezar.

Gracias, profesora de religión por enseñarme estos rezos. Si me salvo de morir apuñalado juro volver a creer en Diosito.

Amén.

Está vez escuché los pasos más cerca. Giré la cabeza para mirar a la persona con la que tendría que enfrentarme, porque ni loco le daría mis pertenecías sin luchar. No me había matado trabajando todo el maldito verano para que un idiota se quedara con mis cosas gratis. Por último, se ganaría unos bonitos moretones de recuerdo.

Entrecerré los ojos, tratando de enfocar mi vista para ver algo dentro de la poca luminosidad. Luego de unos segundos lo único que logré distinguir fue la silueta de un hombre alto -bastante alto- parado a unos pasos de distancia.

Volví a mirar al frente, poniendo mis manos en forma de puño para golpearlo en el rostro cuando al fin se atreviera a acercarse. 

Que de algo sirvan todas las clases de karate y boxeo que tuve a lo largo de mi niñez.

Sin que me diera cuenta ya lo tenía frente a mí. El tipo estaba vestido completamente de negro, con casi todo su rostro cubierto, a excepción de los ojos que eran de un color verde.

Se paró derecho, haciendo notar más la diferencia de altura entre los dos. Si no fuera porque estaba en una situación riesgosa me habría reído, ya que su altura no me producía ni una pizca de miedo. Es más, solo me estaba provocando una furia cegadora porque me daba la leve sensación de que éste idiota se estaba burlando de mi estatura.

Te Odio Eren Jaeger (Ereri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora