Capítulo 16

3K 307 5
                                    

UNA ROSA DORADA
SE FUNDE EN EL GÉLIDO
INVIERNO NORTEÑO

. . . .

Jon nos había asegurado que si bien habíamos logrado detenerlos por una noche, ellos regresarían la próxima noche

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Jon nos había asegurado que si bien habíamos logrado detenerlos por una noche, ellos regresarían la próxima noche. Incluso cuando habían logrado derrotar a los salvajes que habían cruzado el muro —excepto por Tormund—, y contaban con el ejército del Dominio, Jon aun no nos consideraba victoriosos.

Ya todos nos encontrábamos en nuestros dormitorios, ya que la próxima noche nos esperaría una segunda batalla. A pesar de que mi hermano, quien yacía junto a mi lado en mi cama, ya había logrado conciliar el sueño, yo aún no lo había logrado. Por lo que decidí escabullirme hasta el dormitorio de Jon, quien probablemente tampoco lograría dormir.

Al abrir la puerta, Jon se puso de pie rápidamente y tomó el cuchillo que yacía junto a su cama, pero al notar que era yo bajo la guardia.

—Adhara, ¿qué haces aquí? —preguntó confundido.

—Vine a hablar de lo que ocurrió la otr mañana —respondí, mientras cerraba la puerta de su habitación a mi espalda.

—¿De qué quieres hablar?

—Cuando me viste junto a mi hermano —le recordé—. Jon, estabas celoso...

—Por supuesto que no —tragó saliva, nervioso—. Eres mi h-hermanas solo intentaba protegerte. No quería fallarte otra vez.

—Entonces menos mal que mis hermanos y yo nos saludamos con un beso.

Acerqué mi rostro hasta el suyo, quedando a unos centímetros el uno del otro, y fue entonces cuando Jon llevó sus manos a mi rostro y unió nuestros labios en un cálido beso.

Llevé mis manos a mis hombros y tiré de mi vestido de dormir, dejándolo caer sobre el suelo. Jon separó sus labios de los míos y bajó su cabeza para observar mi cuerpo desnudo.

Llevó sus labios hasta mi cuello y comenzó a besarlo, para luego ir descendiendo por todo mi cuerpo; pasando por mis senos y mi abdomen hasta llegar a mi vulva, donde se colocó de rodillas y comenzó a besarla. Llevé mis manos hasta su cabello y no pude evitar dejar escapar un gemido.

Al oír mi gemido, Jon siguió haciéndolo con mayor intensidad e incluso introdujo uno de sus dedos en mi. La habitación había quedado inundada de mis gemidos y, cuando sentí que no podía más, fue entonces cuando sentí una sensación de calor recorrer todo mi cuerpo y mis piernas comenzaron a temblar. Jon se separó de mi y se puso de pie, para volver a besar mis labios.

—Me gustas —me confesó—. Me gustas demasiado.

—Demuéstramelo, demuéstrame que tanto te gusto —le reté—. Pero procura estar desnudo cuando lo hagas.

—Quizás necesite de tu ayuda para eso —me sonrío.

Llevé mis manos hasta su camisa y la desprendí lo más rápido que pude. Pasé mi mano por todo su abdomen, haciendo una breve pausa en sus abdominales, para luego continuar bajando hasta sus pantalones. Pude sentir su miembro extremadamente duro, por lo que lo mire confundida mientras desprendía el botón de su pantalón.

—¿Qué es esto? —le pregunté, señalándole el estado de su miembro.

—Así es como reacciona el cuerpo de los hombres cuando deseamos a alguien —me explicó.

Llevé mi mano a mi boca y pude sentir como mis mejillas se sonrojaban. Jon debía pensar que era una idiota.

Cuando finalmente termine de quitarle toda su ropa, Jon me tomó por las caderas y me llevó hasta su cama, donde me dejó caer delicadamente. Luego, se colocó sobre mi y me besó en los labios.

—¿Estás segura que quieres esto? —me preguntó.

—Sí.

Jon me besó nuevamente con fuerza y finalmente introdujo su pene en mi, lo que se sintió muy diferente a la primera vez; esta vez no me dolía, sino que, por el contrario, me resultaba placentero.

Jon comenzó a moverse lentamente dentro de mi y, cuando notó que realmente lo estaba disfrutando, comenzó a moverse más rápido y a embestirme aun más fuerte.

Pude notar como su respiración se agitaba aún más y el sudor de su cuerpo. Llevé mis manos a su espalda y presioné fuertemente sobre ella, enterrando mis uñas sobre su piel. Acerqué mi rostro a su oído y gemí, lo que pareció motivar aún más a Jon, hasta que finalmente pude sentir un caliente líquido en mi vagina.

Jon volvió a depositar un beso sobre mis labios y se separó de mi, recostándose a mi lado en la cama. Llevó su mano hasta mi cadera y me aproximó aún más a su cuerpo. Recosté mi cabeza sobre su pecho e increíblemente logré quedarme dormida.

. . . .

A la mañana siguiente, me desperté al sentir una brisa de aire frío recorrer mi cuerpo desnudo. Intenté tantear con mis manos la cama en busca de Jon, pero no logré encontrarlo. Abrí mis ojos y fue entonces cuando noté que Jon no estaba ahí, pero en su lugar reposaba una carta:

"Querida Adhara,

lamento haberme marchado así, pero debo partir al Norte del Muro para hallar a Mance. Estoy seguro que si lo asesino, las cíen tribus que el ha unido, no solo perderán a líder, sino que también su propósito. Sin él, las tribus regresarán a pelear entre ellos y volverán a su hogar.

La noche de ayer fue increíble, te prometo que volveré a verte tan pronto me sea posible.

Con cariño, Jon Snow."

Lancé la carta sobre la cama y no pude evitar largarme a llorar. Se había marchado y me había dejado sola. No comprendía por qué lo había hecho, no tenía sentido el riesgo que tomaría teniendo al ejército del Dominio a su disposición. Los habían detenido una vez y lo volverían a hacer las veces que fuese necesario.

La marca de los Tyrell | Jon Snow GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora