"William, no quiero seguirte viendo en este estado. Háblame", le dijo Georges unos días después de su encierro en el apartamento del Corporativo.
"No he fallado a nuestros deberes y sabes que todo está bien, así que déjame solo en mis momentos de privacidad", dijo en un tono algo lloroso.
Georges no iba a admitir tal ambigüedad.
"Quiero que me digas lo que pasó, y por qué le fallaste al joven Aristear..."
William en ese momento se dio cuenta de que Georges lo había escuchado esa madrugada cuando llegó del Magnolia, que había dejado a Candy.
"No es nada", le respondió escondiendo su rostro lleno de lágrimas.
"William, estás llorando. Dime qué pasó con la Srta. Candy y dímelo ya. Obviamente te fuiste, pero esa partida no fue tan positiva ni constructiva por lo que veo".
"Ya lo hice, ¿ok?, como me lo sugeriste. No quiero hablar de eso ahora".
"Pues cuando quieras hablar, estoy para ti..."
"Déjame solo, por favor", le cortó William escondiendo su rostro surcado en lágrimas.
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Yo entendí que no era el momento para él. Ya me diría todo cuando estuviera listo. Obviamente necesitaba más tiempo para desestresarse un poco. Pero no pasó tanto para que eso ocurriera. En medio de una negociación con los nuevos socios comerciales de Brasil, de pronto William se excusó y me pidió que continuara con la presentación. No era que no pudiera hacerlo por su cuenta, pero siendo algo tan importante, y él con la atención dividida, prefirió que yo la continuara, al menos durante un corto momento final. Nunca le había pasado. Para suerte, yo siempre estaba preparado.
Él sencillamente expresó que tenía un ataque de tos, y lo simuló muy bien. Por tanto, necesitaba que lo excusaran. Fue perfecto todo, pues su semblante parecía como el de una persona ahogada, pero sin perder el paso ni un solo momento; bueno, para eso mismo había sido entrenado. Incluso, la verdad que el asunto de la tos fue magistral. Luego me confesó que, en efecto, no quería que se afectara esa negociación por él no estar al 100, y con lo perfeccionista que era, igual que su padre, era obvio que la importancia de la gestión no se le pasaba por alto aún su tristeza.
Dos días después lo atrapé una de esas veces en que su mente se fue en un viaje interno que sólo él entendía. Estábamos solos en su despecho, arreglando negocios pendientes. Él se fue, momentáneamente, en blanco. La realidad es que estaba ya preparado para hablarme del asunto, pero no se atrevía, por haberme sacado momentáneamente de su vida. Para eso entonces tendría que yo hacer las preguntas y comentarios correctos, de modo que no sintiera que lo estaba presionando de algún modo.
Si alguna duda me quedaba de ese asunto, todo lo que estaba pasando con él me dejaba claro que él sí estaba muy envuelto con la Srta. Candy. Tampoco dudaba que siempre lo estuviera, aún cuando ella era adolescente y él ya era un joven adulto. Y no es difícil pensar que, siendo que estuvo tantos años encerrado, en una disciplina sin fin, sin amigos de su edad más que una niña algo más joven que él, terminaría totalmente rendido ante sus pies, igual que su sobrino lo hizo antes.
Aunque se sentía mal a veces, esos momentos en que sonreía con fantasías de hombre enamorado y correspondido, me hizo pensar que, sí, se lo merecía. No había nadie que mereciera ser más feliz que él. Todas sus pérdidas de niño le habían pasado una alta factura, que él pagaba con un silencio a veces desgarrador. Ella le dio, sin embargo, lo que nunca tuvo con toda su riqueza y bienes: un hogar estable al que regresar cuando todo su mundo colapsaba debajo de él. Ella lo hizo feliz. Y aunque no le hubiera correspondido, el hecho de que le había dado lo que él necesitaba hubiera sido suficiente; la hubiera amado no importaba qué, y aún sin memoria.
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No me dejó alternativa...
FanfictionCuando William, un hombre de la alta sociedad escocesa, conoce un día en la colina a una chiquilla llorona de tan solo 6 años, su mundo cambia en un momento. Es ella, Candy, la que le da sentido a una vida vacía, de pérdidas y tragedias. Pero no tod...