No me dejó alternativa Cap. 6

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Neil no se había quedado de brazos cruzados. Ese mismo día, le pagó al chofer de los Leagan para que le hiciera un favorcito, el más importante de su vida. Tenía que recoger a su "novia" a la Clínica Feliz y llevarla a la villa, para reunirse con su "hermano" Terence, que había aparecido, y él quería ser el genio detrás de la gesta, según le comentó. Candy, mientras tanto, continuaba emocionada por el paseo de la tarde. Lo que Albert le había dicho rondaba aún en su mente. Sí, tendría que confesarle por la promesa mutua que aquella "basura" que había lanzado fuera del vehículo eran revistas y reportajes periodísticos que el desgraciado de Neil le había entregado para que se enterara de lo que le había pasado a "su" actor.

En parte se alegraba de que Neil no supiera lo que pasaba entre Albert y ella, o al menos eso pensaba, aunque Neil si sospechaba al menos que el famoso Albert estaba muy envuelto con ella. Esa promesa de la tarde entre ellos, sin embargo, llevaba su relación a otro nivel. Sí, tenía que hablar con Albert, decirle por fin lo que sentía, y no esperaría ni un minuto más. Él se le había declarado y ella tenía que hacer lo propio. Se sentía en plena confianza de que sus palabras no se las llevara el viento, pero también, ya que era el ser en el que más confiaba en el mundo, todo, sin embargo, era más difícil, porque recordaba con dolor la muerte de Anthony, a quién había amado también, y a Terry, cuya pasión fue agonía. No quería perder eso que comenzaba entre ellos, señal de una madurez alcanzada con ternura y paciencia. El amor a Albert se había construido poco a poco, fibra a fibra, y era un amor sin prisa y sin expectativas. Era lo más puro que había sentido desde el día en que conoció al príncipe de la colina. Y atesoraría esos sentimientos de la misma manera.

Por cierto, el día se le hacía largo. Ya quería llegar para hablar por fin con Albert sobre esas hermosas palabras que no se había atrevido a confesarle antes. Ojalá él las apreciara del mismo modo. Y claro, tenía la confianza ahora de que él también parecía sentir lo mismo.

Mientras trabajaba con una prisa inusual en ella, Dr. Martin la observaba curioso. Cuando Albert había llegado a buscarla en la tarde, ya él sospechaba de lo que se trataba todo. Sí, Albert lo había atrapado en el pecadillo usual de la bebida, pero había que decirlo cuando estaba consciente y alerta. Fue de las primeras personas testigos de ese amor que comenzaba. Con Albert lo había hablado desde el primer día, cuando se dio cuenta de que no eran hermanos. Nadie que los viera con ojos objetivos hubiera perdido el hilo de la relación. Quizás Candy, por lo atolondrada que era, en principio no se dio cuenta. Pero por las miradas mismas de Albert, miradas de suprema devoción y ternura, para él era más que obvio que su "paciente" estaba totalmente enamorado de su "enfermera". Y no le costó demasiado sacarle las palabras sobre sus sentimientos.

Con Candy era distinto, pues si bien sentía las cosas a su modo, no parecía percatarse de lo que le ocurría a su amigo. Fue Stear quien primero le expresó esto mismo a Albert, pero para todo el mundo era obvio, incluyendo todo el Magnolia, que esos dos no eran lo que decían ser, y que compartían una relación de algo más que amigos. Pero después del duro golpe de lo que pasó en NY con Terry, cuando se quedó algo vacía de sentimientos, fue en Albert en quien se refugió. ¿Pero darse cuenta? Bueno, quién sabe. Sin embargo, fue al primero que le dijo todo lo que había ocurrido esa aciaga noche, como siempre hacía. ¿Será que Albert no la juzgaba, pero que nunca consideró sus sentimientos hacia ella? Como tal, quería remediarlo.

Cuando el chofer llegó a buscarla, que la vio salir, le preguntó si era ella, a lo que afirmó que sí. Luego le dijo que su hermano la buscaba. ¿Albert? No, el chofer le dijo, Terence. ¿Terry le había dicho que eran hermanos para disimular una posible visita a escondidas? Por esa fue la única razón que accedió a subirse al vehículo. Pero algo le decía que era raro, que no estaba bien. No sabe por qué no escuchó ese instinto, y más cuando vio al chofer dirigirse fuera de la ciudad. Le hubiera dicho que la dejara bajar, que Terry no la citaría en un lugar apartado. Todo eso quedó en la nada ante la posibilidad de volverlo a ver, y por qué no, de regañarlo por causarles a todos tal preocupación. Pero mientras más se alejaban más patente se hacía ese miedo de que algo no andaba bien en esa gestión.

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