Los rayos del sol se asomaban entre los árboles. Mientras tanto, los dos tortolitos se sentían muy felices de estar en los brazos del otro. No, ninguno quería pensar en nada triste. Candy de pronto comenzó a llorar con una mezcla de felicidad con desconcierto, y todavía en sus brazos, comenzó a hablarle un poco indignada ante la magnitud de ese secreto, que le parecía hasta más grave que el que fuera el bisabuelo también.
"Por qué nunca me dijiste nada. En el Magnolia yo te contaba sobre el príncipe y tú sólo callabas. Por qué lo hiciste, por qué no me dijiste".
Albert la soltó suavemente y la miró, también con lágrimas en sus ojos y aún emocionado.
"La verdad es que nunca pude hacerlo, Candy. Tuve miedo de que perdieras esa ilusión que te hacía tan feliz. Es que el joven de tus historias siempre era igual a Anthony. Yo ya no lo soy desde hace mucho, mucho tiempo".
Albert la tomó de la mano, y la ayudó a sentarse con él bajo la sombra del árbol. Candy lo miraba y remiraba con cierto reconocimiento que antes no había tenido sobre lo que ahora era una certeza para ella.
"Albert, tú jamás me hubieras desilusionado. ¿Sabes? Muchas veces, cuando me enteré de tu verdadera identidad, deseé en lo profundo que fueras mi príncipe. Pero como no decías nada, pensé que era una tontería, que me lo estaba imaginando".
"Tontos, los dos", la corrigió, entre la risa de ambos.
"No sé si habías recuperado la memoria, pero ahora que lo pienso, me da una vergüenza bien grande. Era como si me estuviera declarando, mientras un tal Sr. Albert me miraba con brazos cruzados y no decía nada. Sabrá Dios en qué estaba pensando", reclamó todavía entre risas. "¿Sabes? Sigues siendo un tramposo".
"Ah, verdad, que nunca te dije cuándo recuperé la memoria. Fue.... Ay, se me olvidó de nuevo", dijo él haciendo chiste del asunto a lo que ella comenzó a reírse.
"Parece que nunca me vas a decir", dijo ella en tono trágico, pero sin parar de reír.
"Candy, mejor dejar eso para otro momento. Esa es una larga historia que merece tiempo y una buena explicación. No es el momento, y (en secreto) podría acabar con la magia", y continuaron riendo los dos, aunque Candy negaba con la cabeza.
Luego de ese momento maravilloso, Candy de pronto recordó las palabras de la tía Elroy, y se preocupó.
"Qué haremos ahora, Albert. Aunque esto es muy bello, yo no podría..."
"Escucha, deja de martirizarte, Candy. No tenemos que hacer nada. Sólo tenemos que ser nosotros mismo y lo demás se resolverá con el tiempo y con mucha, mucha paciencia. No quiero dejarte para yo encontrar mi camino, como me dijiste en la carta; mi camino eres tú. Ya sabes que mi vida contigo ha sido lo mejor para mí. Nunca me quites eso, mi dulce niña".
"Es que la tía Elroy me dijo..."
"La tía Elroy te dijo. Candy, debiste haberme escuchado a mí. ¿Por qué siempre escuchas a alguien más y no le preguntas a las personas directamente?", le preguntó como un pequeño reproche.
"La Srta. Pony me dijo eso mismo".
"Y tiene razón. Candy, antes de tomar una decisión debes consultar, y no escuchar otras razones de otras personas. Tienes que aprender a escuchar al directo involucrado. Después entonces escuchas a las demás personas y tomas una decisión más sensata y pensada".
"Perdóname, Albert, es que pensé que la tía tenía razón. La verdad es que tú eres un rico heredero, uno de los hombres más poderosos del mundo, y yo no..."
"¿Qué estás diciendo? La tía simplemente te estaba probando para saber si puede confiar en ti en un futuro. ¿Es que no te diste cuenta?"
"No y la verdad es que me dejé llevar. Prometo pensar mejor las cosas la próxima vez. No pensé..."
ESTÁS LEYENDO
No me dejó alternativa...
FanfictionCuando William, un hombre de la alta sociedad escocesa, conoce un día en la colina a una chiquilla llorona de tan solo 6 años, su mundo cambia en un momento. Es ella, Candy, la que le da sentido a una vida vacía, de pérdidas y tragedias. Pero no tod...