No me dejó alternativa Capt. 30

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Y ahí quedó todo... ¿o no? Díganme ustedes. Ah, sí, ¿recuerdan que Candy quería saber siempre cuándo Albert recuperó la memoria? Esta es de las cosas que ocupaban su mente gran parte del tiempo. A ella, por cierto, le intrigaba por qué Albert, aún sin memoria aparente, sabía tanto sobre ella. Era como si la conociera a fondo desde siempre. Quizás se debía a que sí lo hacía como tío William, pero en el Magnolia él actuaba de otra manera, como si realmente la conociera, y ella se preguntaba cómo era posible. ¿Habría recobrado la memoria mientras vivían juntos, y no se lo había divulgado? Y sí, quizás él la reconocía de algún modo que lo llevaba a interactuar con ella como si fuera su amigo desde siempre, aunque no la recordara, pero para ella, era un misterio. Quería definitivamente saber la verdad, porque eso le quitaba el sueño.

Albert, igual que con el secreto del príncipe, había sido parco con el tema, pues no quería desilusionarla. Igualmente, tanto él como ella temían, cuando vivían en la Casa Magnolia, que él recuperara la memoria, pero por dos motivos distintos, aunque conectados. Ella temía que él lo hiciera y decidiera irse, y él temía que no pudiera quedarse con ella si recordaba quién era. Por eso era por lo que él trataba de esquivar el tema hasta que ya no pudo hacerlo ante la insistencia de ella. ¡Cuánto hubiera dado por no tener que hablar de un tema para él tan incómodo!

Pues bien, con esto en mente a nivel de dolor de cabeza, un día fue Albert a buscar a Candy para que regresara con él a Lakewood unos pocos meses después de que comenzara la remodelación del Hogar. Para Candy lo de saber esa verdad la llevaría a completar un rompecabezas que tenía incompleto en su mente. Y él, aunque temía su reacción, la verdad es que le debía esa información. No era justo que se la ocultara más. Era el único secreto que tenían pendiente entre ellos.

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Así Albert encendió la chimenea del salón en Lakewood, y aprovechó la noche tormentosa, las luces de las velas creando sombra en las paredes de piedra y una cena como un picnic sobre la alfombra, para hablarle de ese tema.

"Pues bien, Candy, ya que llevas tanto tiempo queriendo saber cuándo recuperé la memoria, hoy por fin te diré, pero prométeme que no te vas a enojar", le dijo con una sonrisa y una levantada de ceja de ella que no dejaba duda de que estaba más que lista para esa explicación que esperaba desde que él abandonó el Magnolia cuando lo del asunto de los vecinos.

Candy entendía que la razón que tenía Albert para ocultarle ese detalle era porque lo que escucharía probablemente no le gustaría. Ella, sin embargo, lo miraba con atención, con su copa de vino en mano, sin interrumpirlo como solía hacer cuando algo no le agradaba, aparte de que ya no era esa chiquilla inquieta de antes, que huía, se escondía y no enfrentaba lo que no le gustaba. Esa era parte de la etiqueta que comenzó a aprender tan pronto Albert fue a buscarla ese día a la colina, que le reveló la verdad del príncipe. La tía quería que ella comenzara sus clases más rápido que ligero, así que inmediatamente Candy siguió esa instrucción, aunque innegablemente estaba tratando de controlar su ansiedad, porque la verdad es que la dominaba en ese momento.

Albert comenzó esa tan esperada historia, cuidando cada palabra, para que no sonara peor de lo que pensaba que le sonaría a ella:

"Candy, la verdad es que comencé a recuperar la memoria después del accidente de auto, cuando regresaste enferma de NY, pero lo que veía era como imágenes en mi mente de las cosas que me contabas. Podía verlas de algún modo obtuso, pero por el otro lado, era también como si hubiera un velo entre eso que me decías y mi otra realidad. No podía traspasarlo, aunque lo intenté una y otra vez, y entonces me daban esos dolores de cabeza tan fuertes, que por las noches no me dejaban dormir bien. Luego, ¿te acuerdas del día cuando encontraste los artículos de periódicos y revistas de Terry que yo guardaba debajo de la litera? Bueno, pues, antes de llegar al departamento, estaba en el restaurante y de pronto, me dio un mareo bien fuerte y un dolor de cabeza insoportable, que me hicieron perder el conocimiento, y cuando por fin desperté, estaba ahí, o más bien, estaba en un sitio que no reconocí de inmediato y, frente a un sofá donde me acostaron, Dr. Martin con Pouppét. Dr. Martin me dijo que Pouppét había llegado a la clínica muy, muy inquieta, y luego tocaron a la puerta, y alguien del restaurante le avisó que algo había pasado conmigo. Era como si ella hubiera sabido. De hecho, cuando vi a Pouppét tan cambiada, me pregunté qué había pasado con ella. Ni hablar de Dr. Martin. Sólo pude acordarme de él cuando la película de lo que había ocurrido desde Italia a Chicago comenzó a presentarse en mi mente como un flujo fuerte y pesado, doloroso, muy doloroso, que me provocaba deseos de devolver lo poco que tenía en el estómago. Pero algo fue seguro, y eso no lo dudes. En principio, cuando abrí los ojos, a la única persona que recordé fue a ti. A nadie más. De pronto me sentí mal con mi familia, especialmente con mi amada hermana, Rosemary, pero así fue".

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