No me dejó alternativa Cap. 4

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Albert llegó muy tarde en la noche. En camino a su departamento, se encontró con la mirada suspicaz de la Sra. Gloria, a la que le sonrió y deseó buenas noches. La verdad, no estaba de explicar por qué llegaba tan tarde, y el día que había pasado con Georges, hablando de todo lo que había ocurrido desde que la familia había perdido contacto con él. El otro día, sin embargo, todo sería mejor o peor, dependiendo de la perspectiva. Tendría que hablar con la tía Elroy, algo que no sería fácil.

Pero lo de ese momento sí sería más que difícil. Qué fue lo que había pasado la noche anterior. Pensaba que se había aprovechado de la fragilidad momentánea de Candy para dejar salir esa pasión que tenía dentro de sí desde no sabía cuándo. De pronto, vivió ese grato descubrimiento de que Candy no era una niña, y que él, como le había dicho Georges cuando le habló de sus sentimientos hacia ella, le declaró que siempre había sabido que era un pervertido, lo que le estuvo gracioso en su momento, pero ahora no. De hecho, a Georges no le había extrañado para nada esa confesión. Parecía que ya lo sabía, así que sintió cierto grado de alivio cuando descubrió que eso que sentía por ella no era nuevo. Candy ya no era, de nuevo, una niña, sino una hermosa y sensual mujer joven, así que amarla no era algo de lo que debía avergonzarse. Pero eso no le daba carta blanca para hacer lo que hizo la noche anterior, y esa vergüenza no le permitía entrar en ese departamento.

Llevaba varios minutos pensando en lo que haría, cuando, de pronto, se percató de que el lugar estaba a oscuras de nuevo. Sintiendo un nuevo hilo de preocupación, abrió de pronto la puerta, y cuando encendió las luces, vio a Candy recostada dormida sobre el sillón, con Pouppét a su lado. Pouppét de pronto se dio cuenta de que había entrado y le saltó al hombro.

"Shh, Pouppét. Tengo que acostar a Candy en la cama. Ahora regreso, y paso un rato contigo".

Al levantarla en brazos, algo llamó la atención en la mesa del comedor y mientras encendía el resto de las luces. Candy había preparado una sopa que al momento yacía helada y tapada en la mesa. Candy no era muy de cocinar, pero cuando lo hacía era porque quería agradarle por algo. Lo que había pasado el día anterior la había dejado muy desconcertada. Él no quiso ser desagradecido con un gesto que era como una bandera blanca. Jamás lo asoció con vergüenza de su parte, sino con ira y desconcierto.

Albert la puso sobre su litera. No, no era la primera vez que hacía eso. Muchas veces había ocurrido. No era algo incómodo entre ellos, pues tenían plena confianza el uno en el otro. Sin embargo, por alguna razón, sentía que había algo más, pero no se atrevía a lanzarse con la pregunta, más cuando vio que ella se sentó de lado.

"Albert, te esperé durante horas. Se enfrió la sopa", dijo soñolienta.

"Lo siento, tardé más de lo esperado en el trabajo hoy; luego te cuento", le mintió."Yo caliento la comida y me la como ahora mismo", le terminó también mintiendo, pues había comido en el corporativo de los Ardlay.

Candy se levantó en ese momento.

"En todo caso, quiero comer contigo. Tenemos...tenemos que hablar. Me dejaste una nota".

"Ah, sí, la nota", de pronto recordó Albert. Se recompuso lo mejor que pudo y le contestó, "Si quieres, lo dejamos para mañana".

"No, no hay mejor momento que ahora", le cortó, aunque realmente trataba de armarse de valor.

Albert le sonrió y entonces la invitó a sentarse. Tomó los dos platos de sopa y los puso a calentar. Cuando probó a ver si la sopa estaba lista, se dio cuenta de que a Candy se le había ido, para variar, la mano con la sal, pero no hizo nada, como de costumbre, para que ella no se sintiera mal. De nuevo sirvió la sopa y ambos se sentaron a comer. Candy, por supuesto, no notó el sabor salado en su plato. Albert, sin embargo, hacía un esfuerzo sobrehumano por no desalentar a su protegida, que siempre hacía las cosas para agradarle. El silencio, sin embargo, era ensordecedor. Ninguno se atrevía a hablar de lo que había pasado la noche anterior, pero era el tema que estaba en la mente de ambos.

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