No me dejó alternativa Capt. 22

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Mirando bien el carrito de comida que Doug le había llevado, se dijo: "Ese tiene que ser Albert".

Y en efecto, lo era. En una nota corta, le había expresado esto mismo. Candy comió hasta la saciedad, huevos con la yema suficiente para embadurnar sus tostadas, chocolate caliente con espuma. Mmm, se sentía en el paraíso. Ese hombre la conocía demasiado bien, pensó de nuevo con cada regalo que le hacía. Quizás no era algo tan malo. Pero el asunto de qué le diría a la tía sobre su relación con él, si preguntaba, la verdad es que no sabía qué decirle. Así mismo, volvía a pensar en las palabras de la Srta. Pony sobre la posibilidad de que él también la amara a ella. No podía negar que eso le daba un toque eléctrico en su corazón. Por cierto, aunque le había afectado lo que le había pasado con él la noche anterior, la verdad es que no entendía para nada lo que había ocurrido. Prefirió, sin embargo, olvidarlo, y hasta se sintió como una tonta por el lloriqueo de la noche anterior.

Albert había sido escueto y no había entrado en demasiados detalles sobre esa conversación que tendría con la tía Elroy. Quizás no sabía realmente la magnitud del asunto. Pero de que tenía miedo, lo tenía, de que la tía siempre la retara y le cuestionara sobre sus intenciones con su sobrino. Según lo que él mismo le había contado, la tía Elroy era muy estricta con la etiqueta. Por esto mismo, tomó un largo vestido de seda color verde menta y sus accesorios en combinación. Se preguntaba, por cierto, si debía utilizar el corsé, pieza que llevaba a todos lados, como practicando para no sabía qué. Desde que había averiguado la verdad de Albert, sentía que le debía eso. Y aunque lo había utilizado poco, la realidad es que hacerlo ahora requeriría ajustes de vestimenta, así que optó por no ponérselo. Además, no quería llamar a Sophie para que la ayudara. Ni modo, iría a ver a la tía abuela sin el corsé.

Ya eran casi las 10 cuando se dio cuenta de que el tiempo se le había ido en un dos por tres. Entonces se dirigió donde Doug, que se encontraba tomándose un café en la cocina del primer nivel, mientras el resto del servicio corría de un lado para otro, sin prestarle siquiera la menor atención mientras se acercaba.

"Doug...tengo que llegar donde la tía abuela Elroy y no sé..."

"No te preocupes, Candy. Ya la Sra. Elroy enviará a su dama de compañía para buscarte. Espera en el salón".

Salió entonces hacia el salón donde había esperado a Albert la noche antes, y una mujer de unos 40 años la estaba esperando.

"Usted debe ser la Srta. Candice. La Sra. Elroy me ha indicado que la escolte. Soy Berenice".

"Disculpe la demora. Sé que la tía Elroy es muy formal".

"No, no se preocupe. La realidad es que el joven William nos había informado que usted no conoce su camino por la mansión, y por eso estoy aquí. Sígame..."

De pronto Berenice se fue caminando hacia la biblioteca y movió un dispositivo que a simple vista no se notaba. Candy estaba impresionada. De pronto se abrió una puerta secreta, y había un paso inclinado. Ambas mujeres cruzaron por él.

"Hay varias entradas secretas entre el ala este y el resto de la mansión. El Sr. William me sugirió que le explicara cómo entrar y salir por esta salida. Hay cuatro más. Luego él hablará con usted al respecto".

Candy de pronto estaba anonadada. Cuántos secretos en la vida de este hombre. Era algo increíble.

Candy y la dama de compañía caminaron unos diez minutos hasta la habitación de la tía Elroy. Cuando llegaron, Berenice tocó la puerta, y otra de las sirvientas las hizo entrar a la antesala.

"Monique, esta joven es la Srta. Candice White Ardlay y tiene una cita para tomar el té con la Sra. Elroy. ¿Podrías anunciarla"

"Un momento, por favor".

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