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ALGO ESTABA FUNDAMENTALMENTE MAL.

Tras el encuentro con la familia de Hazel había tomado mi abrigo y me había aventurado por las calles de un lugar conocido entre los nuestros como 'el caldero'

Estaba cayendo una ligera lluvia, por lo que nadie me miró dos veces por tener la capucha cubriéndome el rostro y las manos en los bolsillos, mientras iba recorriendo con la mirada todos los puestos, en busca de una mujer en especifico.

Nuevamente había vuelto a sentir aquello, esta vez en mi casa, y estaba seguro de que no se trataba de otro Alpha, pero...

Tampoco venía de mí.

Aquella magia era algo espeluznante, primitiva a la mía, predatoria, latente y aplastante. Pero era magia de Alpha, estoy seguro.

Y en la casa solo habían tres Omegas y dos Betas.

Algo estaba totalmente mal.

Por eso ni siquiera había podido concentrarme en las palabras de Hazel, en que había dicho que yo era su Alpha, que nos pertenecíamos el uno al otro.

Mentira o no, cualquier otro día habría estado dando saltos de alegría al oírla decir eso, ahora, sólo me encontraba preocupado por aquella energía tan fuerte.

Esta vez quedaba descartado que otro Alpha estuviese cerca, como la vez en el motel. Ninguno que valorara su vida lo suficiente se atrevería a ir cerca de mi casa, pero incluso si se atreviera, yo lo sabría de inmediato.

El perímetro estaba despejado. Como dije, el único Alpha era yo.

Brena era una mujer atemporal. Era pequeña, delgada y de manos huesudas sí, pero su rostro era firme y su piel parecía dura como el diamante, sus ojos oscuros no parecían trasmitir nada y a la vez, parecían saber todo. ¿Tendría veinte, novecientos, treinta? No tenía idea, nadie parecía saber y si sabías lo que te convenía, no te atreverías a preguntar.

Yo sabía lo que me convenía, claro.

Para mi fortuna, no había nadie más en su puesto, y ella sonrió dándome la bienvenida, como si me hubiese estado esperando todo este tiempo.

Por supuesto, sabía que se trataba de mí, pero no dijo mi nombre en voz alta. No tenía que explicarle el porqué.

—Ah, ¿debo pensar que estás encantado conmigo y por eso no puedes parar de visitarme?—preguntó cuando me senté frente a ella.

Su 'puesto' no era más que una pequeña tienda pobremente iluminada, cubierta con alfombras de colores vibrantes y diseños de patrones intricados, que si mirabas mucho tiempo fijamente, podian marear; no había muebles caros, solo cojines remendados esparcidos por todas partes y ella sentada en uno de cara a la parte externa del Caldero.

A pesar de este apecto, sabía que Brena era adinerada.

—Soy un hombre comprometido, Brena, ten cuidado—advertí en broma, con una sonrisa en el rostro.

Brena sonrió complacida de que le siguiera el juego.

—Ah, sí. Hazel Leanna, la más bella de todas las de su familia. No podría competir.

Nadie podría competir con Hazel en mi corazón, pero no solo porque era la más hermosa. Era mucho más.

—Soy bastante afortunado, no me quejo.

Brena omitió afortunadamente todo el asunto de que ella hubiese huído de mí. De que realmente no era tan afortunado.

—Pero...no has venido aquí solo para presumirme a tu hermosa Omega, ¿no es así?

Por supuesto que no.

Ella lo sabía.

—No—respondí igual—estoy aquí porque últimamente he estado sintiendo algo muy extraño.

Brena alzó la barbilla, claramente interesada.

—¿Con la Leanna?

Lo pensé por un segundo.

—No específicamente con Hazel, pero...creo que es algo de su familia en general—admití.

Las únicas dos veces que había sentido una energía asi había sido primero con Hazel en el motel, y luego en casa, con toda su familia.

Debía tratarse de algo de ellas,pero...¿Qué? Si todas eran Omegas.

Brena me miró burlona.

—Ya he visto antes que a un Alpha le apetezca estar con todo el clan de su omega, no sería nada raro—dictó—y las Leanna son dulces en especial.

No pude evitar la mueca de disgusto en mi rostro. Claro que sabía que ni la mamá de Hazel ni su hermana pequeña podrían considerarse feas o cortas de actractivo, ninguna mujer que tuviera el apellido Leanna podría. Pero su hermana era tan solo una niña, y la madre de Hazel me parecía una criatura salida directamente del inframundo.

La verdad era que, ni aunque Hazel tuviese una hermana gemela, yo estaría interesado en alguien más que ella.

—No, no es nada de eso—respondí rápidamente—de hecho, lo que pasa no tiene nada que ver con magia de Omega, sino... de Alpha.

Brena arqueó una de sus extrañas cejas.

—¿Está compitiéndote otro Alpha? No es muy inteligente.

—No, Brena—dije ya exasperado—no hay ningun otro Alpha compitiéndome, pero...en dos ocasiones donde me he encontrado solo rodeado por Omegas y betas, o Omegas y mundanos, he sentido...he sentido la magia de un Alpha, y es extraño, es una magia que nunca antes había sentido, más poderosa que la mía.

Brena abrió la boca, y por primera vez, en lo que llevaba de conocerla, la volvió a cerrar.

A ella había acudido cuando la situación de Caleb me superó, ella me había explicado aquel antiguo ritual que nadie parecía saber, el ritual que aún lo mantenía prisionero, pero no lo haría por mucho tiempo. Lo había sabido al instante.

No parecía que hubiese nada a lo que no le encontrara solución o explicación, pero esta vez se quedó callada.

—¿Por qué siento aquella extraña energía?—insistí—¿Es posible que otro Alpha, uno mucho más poderoso del que no tengo idea, nos esté acechando? ¿Qué debo hacer?

Brena siguió pensándolo por un rato y cuando estaba a punto de perder la paciencia otra vez, finalmente habló.

—No creo que realmente esté otro Alpha cerca, sería imposible que fuera invisible a ti—sentenció—pero...quizás esté algo mal con tu magia, quizás te haya afectado no haber reclamado a tu Omega todavía, o tenerla recién ahora altera tu energía. He escuchado casos de extrañas energías de Alphas, pero nunca de una que pareciera venir de una fuente invisible. Investigaré, pero estoy segura de que viene de ti.

Había esperando una respuesta cerrada, y debía admitir que me sentía decepcionado, pero lo mejor sería dejarla trabajar, si existía alguien en este mundo capaz de averiguar lo que sucedía, era ella.

Me metí la mano al bolsillo y le entregué las monedas de oro que sabía que quería.

—Esto es más—constató lo obvio.

La miré fijamente.

—Haz lo que sea necesario para que tu investigación de frutos—indiqué—llamamé apenas encuentres algo, cualquier cosa, vendré de inmediato.

Loa ojos oscuros de Brena parecieron brillar por primera vez.

—¿Y qué harás mientras?—preguntó.

Me calé más la capucha del abrigo.

—Iré a cenar con mi familia.

buen día, me regalan un voto y un comentario porfi? 🥺

true alphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora