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—Te cambiaste el cabello—fue todo lo que dijo Jace a la mujer que nos había hablado.

Era obvio que ya se conocían, y era obvio también por la manera en la que ella me miraba que al menos sabía de mí. Quizás lo que Jace le hubiese contado sobre mí, porque ella no me parecía conocida. Y, oh, claro que la habría recordado de conocerla.

La mujer que estaba frente a nosotros era una encarnación del lugar. Era baja y delgada pero muy imponente, tenía las manos huesudas pero un rostro que daba la impresión de ser joven y a la vez muy viejos, y unos ojos oscuros que parecían haberlo visto todo ya.

—Me gusta mucho el rojo—apuntó la mujer, la respuesta era para Jace, pero su mirada estaba fija en mí—es un gusto conocerte al fin, no todos los días tengo el placer de atender a dos leyendas. Síganme, por favor.

Tras decir esto se dio la vuelta y caminó a paso seguro, sin mirar atrás, como una reina que comandaba a sus súbditos, siempre segura de que le seguirían hasta la muerte.

Mire a Jace arqueando una ceja, y él me señaló con la cabeza para que la siguiéramos.

Aún tenía las mejillas rojas y el cabello alborotado por nuestro beso, pero de alguna forma se veía más sereno que yo, lo que me hizo sentir algo avergonzada.

—¿Trabaja aquí?—pregunté finalmente, porque me parecía evidente que no habría presentación formal, y también para llenar el silencio.

Jace asintió levemente.

—Hace poco preguntaste que clase de cliente soy. Solo me interesan dos cosas, secretos y soluciones—me explicó, su voz un poco sombría—y ella, Brena, vende ambos.

Brena. No me sonaba de nada el nombre, ni siquiera entre los tantos betas que había conocido. Los secretos del caldero estaban realmente mejor guardados de lo que parecía.

No tuvimos que caminar demasiado antes de llegar a la tienda que suponía era de Brena. Ella nos dio la bienvenida y bajó la pesada cortina tras nosotros, realmente ya nos tenía algo preparado.

El lugar era bastante simple en comparación a otros puestos que había visto, pero lo que se encontraba en el centro, sobre una simple mesita vieja, aquellas cuatro torres de madera, el destello azul...

—Un conjuro de aakris—susurré, ganándome una mirada sorprendida por parte de Jace y de Brena.

—¿Estás familiarizada con el? No pensé que lo incluyeran en tu educación—preguntó Krayev.

—No lo hacen—respondí con sinceridad, sin apartar los ojos del conjuro—pero mi padre tenía muchos libros interesantes en su biblioteca, solía robarlos cada vez que podía, uno de ellos ponía sobre el aakris.

Alcé la mirada entonces para encontrarme com ceños fruncidos y muecas reprobatorias, lo que siempre me ganaba por hacer cosas impropias de una Omega, pero solo me encontré con la mirada curiosa de Brena, y...más sorprendente aún, la sonrisa de Krayev...orgullo.

—En ese entonces ya sabrás como funcionan—fue Brena la que habló entonces, pero explicó de todas formas—estas cuatro torres de aquí están conectadas a otros cuatro pilares más grandes, en el sitio dónde están esos pilares se forma una prisión invisible de la que no se puede salir a menos que se caiga una de las torres de aquí.

true alphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora