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La tradición para los Alphas poderosos era primero tener la fiesta y luego marcar a su Omega.

Lo hacían en ese orden porque se suponía que después del rito ceremonial, la Omega experimentaría el sexo por primera vez.

Esta no era mi primera vez, y yo ya no quería esperar.

No quería hacerlo después de juntarnos con las peores personas que conocíamos, no quería hacerlo en la mansión de su familia, ni en la de la mía, no quería hacerlo de la forma en la que se dictaba, ni solo por nuestros hermanos.

Quizás si fuera tan solo una rebelde, una desquiciada, pero preferiría hacerlo ahora, en un edificio horrible, a la mitad de la noche, ahogándonos en la lluvia y en la desesperación del sexo. Ahora que éramos tan solo dos muchachos calientes y no el mejor Alpha y la más codiciada Omega. Por nosotros y nadie más.

Jace pareció dudar un instante, pero sé que se sentía igual, que pensaba lo mismo. Si lo nuestro tenía la más mínima oportunidad de funcionar tenía que ser de esta forma, teníamos que tomarnos como queríamos.

Cuando su rostro estuvo nuevamente sobre el mío no quedó duda alguna.

sub hac luna te ego te—susurró dándome un beso.

sub hac luna accipio te—respondo, temblando por algo muy diferente al frío.

eritis mihi initium—dice, y nunca me había parecido más hermoso el ritual de la marca.

et tu mihi finis.

—ut simul simus—ruega, respirando sobre mi cuello.

usque in finem—susurro por último, sintiendo el mundo cambiar a nuestro alrededor.

Jace alza mi cadera y yo envuelvo mis piernas a su alrededor, necesitando esto más de lo que necesito el aire para respirar.

Y entonces lo tengo dentro de mí.

El gemido que sale de mí es gutural, delicioso. Le han ganado las ganas, la necesidad, porque está por completo dentro de mí en un segundo, y no puedo dejar de sentirlo.

No solo porque es impresionante su tamaño, sino porque algo parece enlazarse dentro de mi corazón. Siento sus latidos acelerados contra mi pecho, sus manos en mi cadera con fuerza. De pronto ya nada nos pide que nos unamos, lo hemos hecho, ahora somos uno.

Y la fuerza de nuestro deseo es demoledora.

El se mueve dentro de mi con fuerza, con rapidez, siento que va a acabar conmigo, que va a romperme a pedazos y aún así solo puedo gemir y pedirle más, que siga penetrandome.

Él lo hace encantado, como si la vida dependiera de ello, como si fuera a acabarme. Nunca me habían cogido con tal desesperación, y me encantaba, me sentía volar.

Encontrar el orgasmo fue sencillo, y la sensación que me envolvió amenazaba con hundirme en aquel tejado y no dejarme levantarme más, pero sabía que todavía quería mucho, mucho más.

El orgasmo lo había sacudido a él incluso peor, estaba sudado y temblando de pies a cabeza, no entendía como aún podía sostenerse sobre mí, pero el hambre no había desaparecido de sus ojos.

true alphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora