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MI NOMBRE ES HAZEL LEANNA Y SOY UNA OMEGA.

QUIZÁS DEBÍ EMPEZAR MI HISTORIA ASÍ.


Soy una Omega.

Soy Hazel Elain Leanna

Lo pienso una y otra y otra vez, hasta que ya nada tiene sentido en mi cabeza.

Estoy en cama, descansando plácidamente porque hoy no tengo clases hasta bien entrada la tarde.

Otra vez estoy pensando en mí como una heroína, pero esta vez mi historia es diferente.

Ya no soy Hazel, la pobre chica humana cuyos padres murieron en un incendio y quedó a la deriva.

Soy Hazel, la hija mayor de una familia de licántropos muy rica, la hija mayor de una mujer que viene de una familia que produce las mejores omegas.

Hazel la mercancía. Hazel la fugitiva, la Omega que se fue de casa para nunca conocer a su Alpha, la que se juró rechazarlo si alguna vez lo conocía.

La Hazel que solo los lobos más sigilosos podían conocer y solo los más interesantes y atractivos podían pasar la noche con ella.

La Hazel que odio.

Nacida en una familia rica, me crie siempre dentro de las fronteras del mundo de los lobos, pasando la tarde en el jardín con mi hermana Claire, siendo adorada por todos y envidiada por muchos.

Por qué ¿no lo tenía todo yo? Una familia rica, los mejores vestidos, el título de mejor Omega, la mejor apariencia. Y estaba destinada a tener aún más.

Pero todo era una pantalla.

Vivía en un hogar donde casi siempre mi padre estaba ausente, lo que nos daba paz y cuando volvía debíamos enfrentarnos a un macho agresivo y controlador, incluso teníamos que ver cómo le hacía daño a mi madre. Porque eso era lo que hacían los Alpha, eso es lo que son.

Violencia y agresividad.

Mi presente era horrible, pero tras morir mi padre, tras sentirme segura un solo día, me di cuenta de que mi futuro sería mucho peor.

Para los dieciséis años ya tenía los pechos firmes y la mayoría de mis curvas, ya podía batir las pestañas y conseguir lo que quisiera, ya podía regalar un beso y obtener lealtad. A los dieciséis años me dijeron que tenía que ser virgen hasta que me reclamara mi Alpha.

Y eso sería mi destino.

Esperar virgen y perfecta hasta que un hombre que no conocía viniera a reclamarme y me llevara a otra mansión, a soportar otros golpes y otros gritos.

Sentí tanto asco que vomité, y entonces tuve mi primera vez.

Fue con un hombre de veinticinco años, otro lobo, no tan apuesto, para nada importante, lo había hecho solo para cabrear a mamá y a mi futuro Alpha, pero terminé disfrutándolo, terminé sintiendo que al fin tenía en control sobre algo, que al fin podría mandar.

No fue mi mejor experiencia, de hecho, fue bastante incomoda, pero me hizo sentir tanto que jamás podría olvidarlo.

Cuando mamá se dio cuenta casi me asesina, sino fuera por la dulce Claire me habría degollado viva.

Pasaron muchos meses hasta que tuve sexo otra vez, esta vez con un lobo muy guapo, de intercambio. Estuvimos "saliendo" por tiempo considerable, era divertido y amable y por un tiempo creí que podría estar enamorada de él, por un momento pensé que podría escapar a mi destino, pero no pude, finalmente me dejó, porque una omega como yo debía estar con un Alpha y no con un beta.

Estuve mucho tiempo enfadada, mucho tiempo encerrada en casa tratando de arruinar mi aspecto de cualquier forma, pero era imposible. La magia de mi familia, la magia que corría en mi sangre no solo me mantenía hermosa toda la vida, también impedía que me hirieran hasta que mi Alpha me marcara. Cero cicatrices, cero acnés, cero imperfecciones.

Era una muñeca, la muñeca que algún Alpha poseería algún día.

Cuando se acercaba mi cumpleaños número dieciocho, mamá comenzó a orquestar mi presentación, finalmente llegaba el día, el día en que mi Alpha me conocería y marcaría, finalmente pertenecería a una manada y quizás con suerte tendría una transformación completa, aunque eso era un chiste, los omegas casi nunca nos transformábamos.

Mamá invitó a cada persona importante que conocía, y esas personas aceptaron gustosas. Nadie nunca sospechó, ¿por qué lo harían? Les parecía que mi fase anterior solo era una rebeldía tonta, eran tan terriblemente petulantes que no podían imaginar que ansiara algo que no fuera mi Alpha, su amor, su cuerpo.

Pero yo ansiaba y ansío el poder. La autonomía.

Mamá estaba tan nerviosa porque ya no era virgen, esperaba tanto que mi Alpha no me rechazara que ni se le ocurrió que yo pudiera rechazarlo a él.

En la mañana de la ceremonia, me escapé al mundo humano.

Se que me buscaron, Claire, la única persona en la que confío de mi antigua vida, me lo contó. Cuando teníamos un método de contactarnos.

Me dijo que mamá me extrañaba, pero sé que ella preferiría que estuviera muerta, así podría decir que por eso no me presenté y no tendría que vivir con la vergüenza de tener una hija desertora.

¿Y mi Alpha? Bueno, según Claire él estaba tan enfadado que solo dio vuelta y se fue, y nadie pudo contactar ni con él ni con su manada.

No quise saber nada más.

Años han pasado desde eso, años en los que a duras penas he sobrevivido.

Ahora con veintidós años estoy cerca de terminar la carrera y estoy lo más lejos posible del mundo de los lobos que puedo.

¿Como lo he logrado?

Solo mi Alpha podría rastrearme mediante mi olor, y a él, al parecer, no le intereso, y los demás solo pueden buscarme por medios humanos que no conocen bien.

Claire me contó como mamá me buscaba bajo cada posible nombre que podría adoptar, pero nunca, jamás, por el mío. Era demasiado obvio, nadie lo sospechaba.

Y esa es la historia de Hazel, aunque realmente no era una heroína, sino una cobarde.

true alphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora