-25.

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Jamás pensaron que iban a volver a encontrarse en el lugar donde se conocieron, en la categoría sub-20.

Los entrenamientos de la categoría estaban dirigidos al Torneo Internacional de L'Acudia que iba a tener lugar en España.
Aunque nadie se los dijera directamente, sabían que los estaban evaluando en todo momento y que dependiendo de los resultados en aquel torneo, sus posiciones en el cuerpo técnico del equipo argentino iban a modificarse.

En el primer entrenamiento que tuvieron, ni bien se vieron se fueron para otro lado, evitándose en todo el momento hasta que no fuera absolutamente necesario.
Ni siquiera habían sido capaces de saludarse, la vergüenza y el no saber qué hacer era más grande que cualquier otro sentimiento.

Pero tuvieron un pequeño encuentro cuando la jornada del día terminó y estaban en camino a sus respectivos autos para volver a sus hogares.

-Aimar- le habló primero, mientras se acercaba a él antes de que se subiera a su coche. -Necesitamos hablar-
El cordobés miraba al piso mientras abría los ojos, ya que él momento que había estado evitando durante todo el día había llegado.
-¿De qué querés hablar?- quizás hacerse el desentendido iba a ayudarlo un poco.
-Sabes de lo que quiero hablar, no lo puedo decir en voz alta- no, no lo iba a ayudar en nada. -Solo me basta con que sepas que yo-...-
-No vamos a gastar energía en cosas del pasado, menos cuando tenemos que manejar a ochenta pibes hasta España, ¿está bien?- lo interrumpió antes de que si quiera pudiera empezar con el discurso que venía planeando hace días. -Prefiero que olvidemos lo que tuvimos- bajó su tono de voz al decir aquella palabra -Y que nos concentramos en llevar una relación enfocada en lo profesional- abrió nuevamente la puerta de su auto, se metió en el asiento del conductor y bajó la ventana para seguir hablando con su ahora, compañero de trabajo.
-¿Amigos entonces?- se recargo con su brazo, inclinándose hacia el gracias al espacio que dejaba la ventana abierta.
-No sé, ya lo veremos en un futuro- le guiñó un ojo, subió la ventana y arrancó el motor del auto.

Mientras Lionel veía a su ex-novio alejarse dentro de su automóvil, no pudo evitar sonreír, sintiendo como algo en su corazón lo llenaba de calidez.
Olvidar su noviazgo era imposible, pero Pablo tenía razón, sus mentes debían estar enfocadas en dirigir al equipo argentino que de por si ya era una tarea difícil, se complicaba el doble porque se trata de jóvenes de dieciocho a veinte años.
Ahora eran colegas, antes que ex-pareja.

Por los primeros días de entrenamiento, las cosas entre ellos seguían considerablemente tensas pero aquella incomodidad iba disipandose ya que ambos comenzaron a convivir más seguido de lo usual ya que Aimar, su ayudante de campo, planeaba con mínimo detalle todas las posibles acciones que podrían tener en contra de sus oponentes.

Estaban en la oficina dentro del internado hablando justamente del tema, ya era de noche y los jugadores se encontraban dentro de sus habitaciones para ese momento.
Pablo estaba sentado en el escritorio, señalando distintos papeles que estaban desparramados por toda la superficie de madera, Lionel estaba parado enfrente de él, prestando atención a lo que decía hasta que pudo ver como la manga de su campera se deslizaba, dejando ver un pequeño destello dorado.

Ahora que lo pensaban, los dos se la pasaban con sus brazos cubiertos gracias a las mangas de la ropa que utilizaban.
Lo hacían porque querían ocultar que ambos seguían utilizando la cadenita de oro con las iniciales del otro grabadas.

-¿La usas todavía?- le preguntó de golpe, Aimar se descolocó pues no tenía absolutamente nada que ver con lo que le estaba diciendo, miró su muñeca y se dio cuenta de que la pulsera estaba a la vista.
El menor de los dos se insultó a sí mismo pues después de tanto esfuerzo por cubrir aquel accesorio, se había ido en vano al emocionarse a la hora de hablar del torneo.
-Nunca me la quité- lo miró a la cara por unos segundos ya que inmediatamente bajó su mirada hacia sus manos, notando un anillo de compromiso y ningún rastro de oro en sus muñecas ya que estaban cubiertas por la tela de la campera que llevaba puesta.
Scaloni se dio cuenta de esto, así que lentamente, queriendo armar suspenso se levantó la manga y dejó ver aquella reluciente pieza de oro.
-Yo tampoco- le sonrió, volviendo a bajar aquella parte de su abrigo.

traición ♡ scaloni x aimar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora