XXXII

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Después de la tormenta llega la calma

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Después de la tormenta llega la calma.

Esa frase se la habían dicho en tantas ocasiones llenas de tonos grises que jamás pensó que esas palabras se podrían aplicar en él. Cuando perdió a sus padres era demasiado pequeño, pero el recuerdo de ver a su madre postrada en una cama había quedado grabado en su mente; su padre no tardó mucho en seguir a su amada omega y él quedó a la deriva en manos de su abuelo. Apenas era un cachorro que no comprendía el mundo en el que vivía, pero ya se encontraba solo, descubriendo por sí mismo cómo vivir.

Creyó no volver a ver ese efecto que hace la luz dejando ver hermosos colores, el tan hermoso arcoíris que adoraba ver después de una tarde lluviosa junto a su madre. Más la vida lo sorprendió después de su pérdida, lo pudo volver a ver cuando un pequeño niño con una enorme sonrisa geométrica le sonrió tan bonito, haciendo que su corazón latiera tan fuerte que el lobo en él despertó de nuevo luego de la muerte de sus padres. El que lo separaran de su lindo omega lo devastó tanto que nuevamente volvió a ver el mundo en tonalidades grises.

Todo se reducía a pérdidas. Llegó a pensar que algo malo ocurría con él, porque todo lo que amaba terminaba por alejarse de él. Se sentía enojado con la vida y frustrado con su propio lobo. Limitaba sus interacciones con las personas hasta que conoció a Chayeon convirtiéndose en el pequeño respiro que necesitaba, no era amor romántico lo que sentía hacia ella, mas el deseo de no volver a perder algo, sentir que pertenecía a un lugar lo hizo actuar de manera incorrecta en muchas ocasiones con ella. Fue egoísta y eso tuvo un costo, al menos así lo pensó durante mucho tiempo.

Ahora comprendía el significado de encontrar el arcoíris al final de esa devastadora tormenta. Lo tenía frente a sus ojos, irradiando luz con reflejos de colores, miles de ellos que, ocultaban nuevas oportunidades para él, para ellos. Diosa, no podía dejarse invadir por el miedo, aunque quien lo culparía. Porque la belleza que tenía frente a él solo le dejaba en claro que todo era parte de un destino escrito; uno que al parecer ellos debían ser fuertes antes de estar bien y la naturaleza jamás se equivocaba, incluso cuando creyeron que no era posible cumplir su deseo, la vida les dio un pequeño golpe para darse cuenta de cuán preparados podrían estar.

La naturaleza nunca le había parecido más maravillosa hasta esa perfecta mañana en la cual las únicas curvas y montañas que deseaba observar le pertenecían a su bello sol, trayéndole una sensación de tranquilidad, cuando por fin, después de varios días en la Isla Jeju, ese sería su último amanecer en ese lugar. Se habían quedado en el hotel mientras ellos tomaban un descanso, así como eran parte del proceso contra Kang Doyung; atestiguando sobre lo que sucedió en aquel sitio, donde su omega casi fue sometido, violentado, incluso había sufrido de un intento de borrar su lazo. El gruñido en su interior no lo pudo controlar al recordar esa escena, ver la curvatura del cuello de Taehyung con las líneas rosadas y sanas, poseyendo su marca totalmente intacta, le traía paz.

El omega se removió un poco en su sitio debajo de las mantas, haciendo que Jungkook abriera los ojos, estando alerta ante cualquier molestia, mas el notar cómo se volvía acomodar entre el pequeño nido que él mismo había armado le hizo destensar los hombros. No fueron las mejores noches, a decir verdad, solía dormir por muy pocas horas y pasaba el resto de estas en la misma posición en la cual se encontraba ahora, observando a su omega dormir plácidamente, rodeado de su esencia fuertemente impregnada en su almohada.

Sweet RainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora