XXXIII

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El eco en los pasillos era demasiado abrumador, las suelas de los zapatos de los guardias hacían un ruido seco, fuerte, molesto e irritante para su poca paciencia

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El eco en los pasillos era demasiado abrumador, las suelas de los zapatos de los guardias hacían un ruido seco, fuerte, molesto e irritante para su poca paciencia. Los empujones constantes para que avanzara a un ritmo mayor del que su cuerpo le permitía lo hacía rabiar. Lo iban a juzgar delante del Consejo Supremo y él no podía estar más impaciente por escuchar las acusaciones que harían en su contra por la simple y sencilla razón que no se le podía culpar de algo trascendental.

¿Qué harían un grupo de viejos retrógradas contra él? ¿Se podía defender a un omega que se dio a la fuga aun estando casados fingiendo su muerte? Ese argumento le había cundido muy bien, pues en todas las anteriores veces que su hermana o Chaewon intentaron culparlo de algo fallaron ¿Qué podría ser diferente esta vez?

— Avanza.

— Eso hago pedazo de mierda, no puedo moverme más rápido – gruñó entre dientes, mostrando sus colmillos frente aquel alfa que se encargaba de escoltarlo para llevarlo ante el tribunal que lo juzgaría.

— No pregunté si podías avanzar, dije que lo hicieras.

La corriente eléctrica recorrió su cuerpo desde sus costillas adoloridas hasta recorrerle por completo cada músculo, cayendo hacia el frente, siendo tomado del único brazo y del costado de una manera brusca. El quejarse alto solo le hizo ganarse otra descarga más, agotándolo, siendo fácil de arrastrarlo hasta llevarlo donde sería su audiencia.

No estaba al tanto del tiempo transcurrido hasta que esa mañana un grupo de policías llegaron con una orden para llevárselo de vuelta a Seúl. Estar internado debatiéndose entre la vida y la muerte le hicieron perderse, dos semanas y media desde que sucedió todo, había sido esposado a su cama de hospital durante toda su estadía y recién ese día lo dieron de alta obligatoria.

Se sentía confiado porque no podrían juzgarlo por algo más que no fuera el secuestro de Taehyung. Podría soportar estar en prisión por algún tiempo, luego con el dinero que tenía podría pagar un buen abogado que lo sacara de ese lugar.

La oscuridad del pasillo fue interrumpida por una luz brillante que casi lo cegó, miró a su alrededor no comprendiendo muy bien dónde se encontraba. No parecía un juzgado normal, era un enorme salón con una mesa redonda con once asientos, siendo ocupados por los representantes de cada provincia del país, nueve personas, entre ellos tres alfas, tres omegas y tres betas.

Ninguno de los ahí presentes había sido escogido por méritos políticos, el Consejo Supremo se conformaba a partir de las familias más distinguidas de cada lugar, seleccionando al más apto; era necesario que cada representante fuera elegido metódicamente para liderar algo como un poder tan grande, uno que estaba sobre el gobierno mismo cuando se trataban de este tipo de problemáticas que atentaban contra la integridad de los ciudadanos del país.

Doyung aún no comprendía muy bien dónde estaba metido, por un breve instante, pequeño, minúsculo, su cuerpo se llenó de terror cuando los guardias lo llevaron hasta el centro de aquella mesa redonda. Ahora tenía una mejor visión de cómo era, se trataba de un círculo y en el centro se encontraba una silla metálica donde fue sentado, así como inmovilizado, pues el asiento poseía unos seguros que se ajustaban en su torso, sus tobillos y muñeca.

Sweet RainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora