XXXIV

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A simple vista parecía un edificio común y corriente, la perfecta fachada, oculto en las afueras de la ciudad con el fin de proteger a los ciudadanos de los peores casos que manejaba el Consejo

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A simple vista parecía un edificio común y corriente, la perfecta fachada, oculto en las afueras de la ciudad con el fin de proteger a los ciudadanos de los peores casos que manejaba el Consejo. El resto de la sociedad solo conocía el exterior, todo aquel que no estuviera involucrado en algún proceso eran ignorantes de los sucesos que ocurrían en su interior. Un escalofrío le recorrió el cuerpo al percibir ese olor, uno tan repulsivo que casi le provocó una arcada. Retuvo el aire en sus pulmones lo más que pudo, intentando volver en sí, pues no podía dejarse invadir por todas esas sensaciones en esos momentos.

Un poco de piedad, cachorros.

Los guardias frente a él guardaban un silencio sepulcral, encajando perfectamente con el ambiente lleno de hostilidad. A pesar de estar totalmente iluminado, no dejaba de ser asfixiante. La luz brillante, el blanco en las paredes, piso impecable y el techo alto lo hacía ver de una manera casi sofocante para cualquiera.

— Señor Jeon, no tendrá mucho tiempo con el acusado, solo tendrá unos minutos antes de empezar el primer castigo – uno de los guardias se dirigió a él, solo como una advertencia del protocolo que estarían siguiendo –. Tampoco podemos dejarlo a solas con él, debemos estar presentes por si ocurre algún altercado.

— Comprendo – dijo en voz baja. Sabía que en una situación así, si se tratara de otra persona, no le permitirían estar justo en ese lugar. Quizá estaba abusando un poco de su afinidad con el padre de Seokjin, pero eso ahora no le interesaba – solo necesito verlo.

En realidad, quería grabarse muy bien cada facción en esos momentos para que su lobo lo reconociera sin importar cuan desfigurado estuviera la próxima vez que se encontraran. Cada línea de expresión que conformara ese rostro, el cual ahora era adornado con una enorme herida que iba en diagonal, se quedaría plasmado en su memoria. Sabía que al final del tiempo estipulado no sería ni la mitad de lo que vería en esos momentos.

Atravesó unas puertas enormes, las cuales solo abrieron paso a un pasillo interminable de celdas donde se encontraban los casos de alto riesgo. Zonas aisladas donde los acusados no tendrían un descanso después de sus largas horas de tortura. Jungkook fue guiado hasta la última, donde el guardia abrió una pequeña compuerta, la cual le dio la visión de lo que su lobo tanto anhelaba ver.

— Tiene cinco minutos, señor.

A pesar de la advertencia del tiempo y que no tendría privacidad, el guardia se quedó unos pasos atrás. Jungkook suspiró pesado, sintiendo los hombros tensos al avanzar un paso más frente aquella celda donde ese alfa se encontraba. El sonido del brazalete y los grilletes de plata hicieron eco en el pequeño espacio cuando Doyung se puso de pie, temblando en cada paso, sin embargo, no había una pizca de duda en sus ojos al intentar acercarse, mas sus movimientos se detuvieron cuando una corriente eléctrica le atravesó el cuerpo.

Sus nuevos "accesorios" de plata estaban diseñados con el fin de dar descargas eléctricas al detectar algún cambio que fuera categorizado como agresivo. Hacía falta un pequeño indicio en su ritmo cardiaco para que el dispositivo se activara, algo aún experimental, pero que era de mucha ayuda para mantener a los alfas como Kang a raya.

Sweet RainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora