- Ésto es lo que tendrás que acatar, Joaquín. No tienes alternativa - dijo riendo maliciosamente el asqueroso alfa que le había tocado de padre.
- N-no quiero... - lloriqueó.
- Eres mi jodido hijo, harás lo que se te manda. - habló firme usando su...
El cielo se había vuelto gris, las nubes taparon toda la claridad del sol, el día estaba tal cómo se sentía el Alfa, el cuál estaba terminando de abotonar su traje negro, preparándose para el funeral de su progenitora.
Niurka Osorio, la Omega matriarca de la manada, había fallecido y todos se preparaban para darle su merecida despedida.
El rizado soltaba suspiros más de lo normal, se negaba a mostrarse débil, aunque por dentro se estaba muriendo. Su lobo se encontraba deprimido, pero él no permitiría que ésto se demuestre. Le dolía cómo los mil infiernos, claro que lo hacía. Pero él era el futuro líder, él debía mantenerse firme.
Sintió unas manitas rodearlo por atrás, levantando la vista, vió cómo el pequeño cuerpecito de su Omega se encontraba detrás de él, sonrió mientras tomaba las manos de éste y las acariciaba.
El castaño temblaba mientras los sollozos eran imposibles de retener, se sentía culpable, tan culpable, su alfa estaba sufriendo y todo por las locuras del jodido de su padre.
Girándose, tomó al pequeño por sus mejillas y limpió las lágrimas que bajaban de sus hermosos ojos. - ya no llores. - habló por lo bajo.
- Me siento cómo una completa mierda, Emilio. - hipó. - ésto es mi-
- Deja de decir eso. - besó el precioso puchero de su Omega. - ésto no es tu culpa, el verdadero culpable vá a pagar por ésto.
Aferrándose al pecho de su alfa, Joaquín intentó frenar su llanto. - te amo mucho, Emili9. - espetó. - muchísimo.
- Y yo te amo a tí. - respondió dulcemente. - ahora vamos a lavarte esa carita ¿Si?
Asintiendo, se separó y dejó que el rizado lo guiara hasta el baño, se acercó al lavabo y abrió el grifo, echando agua en su rostro, observó cómo el alfa cerraba sus ojos y apretaba sus puños con fuerza, sabía que se estaba conteniendo, pero también sabía que Emilio era cómo una bomba y que en cualquier momento explotaría, nadie podía prepararse para perder a quién te dió la vida.
Luego de secarse la cara con la toalla, acomodó un poco su cabello y se giró para volver al lado de su alfa.
- ¿Estás listo? - preguntó acomodándole la corbata al oji-café.
- Lo estoy.
Con un asentimiento, entrelazó sus dedos con los del contrario y se dispusieron a salir de la habitación.
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Era un mundo de gente, los líderes de los clanes vecinos y socios de los Osorio se encontraban allí.
Joaquín veía cómo los miembros de su manada se reverenciaban ante su alfa y algunos líderes se acercaban a él para darle su sentido pésame.
Divisó a Elyzabeth con la alfa Leidy, ésta primero se veía algo incómoda, sus ojitos negros rojos e hinchados por el llanto, pero firme al lado de su alfa, ya que al aparecer, Leidy se encontraba igual ó peor que ella, pues había comprobado que la pelinegra era muy sentimental, algo que no se veía mucho entre alfas.
