Capítulo 22 "Cambiamos las alas por banderas"

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Cristóbal Bauer se había convertido en un prófugo de la corporación por enamorarse de nuevo de Luz Inchausti. Aunque, en aquel momento, no sabía qué era Luz, ya que todos creían que había muerto, pero apenas la vio, no evitó caer en todo lo que la atrajo de ella cuando tenía 10 años.

Cuando la volvió a ver, Luz estaba muy cambiada, pero esa inocencia que la caracterizaba aún estaba ahí, y él nuevamente cayó a sus pies.

Cuando Luz le propuso adoptar a dos nenas, él no lo dudó, dos nenas huérfanas necesitaban un hogar y ellos dos podían dárselos. Así adoptaron a sus dos hijas: Gianina y Alai Inchausti.

Pero todo fue desmoronándose de a poco cuando descubrió que ambas nenas no habían sido adoptadas sino expropiadas. Fue ahí cuando Cristóbal descubrió la gran mentira de la mujer que lo había vuelto loco. Esa mujer era Luz, su novia de la niñez y ella junto a la corporación que lideraba estaban haciendo cosas terribles. Cuando Luz descubrió que él sabía todo, creyó que no tenía otra opción más que encerrarlo y se volvió un preso más de la corporación.

Nico lo había ayudado a escapar reconciliándose con su hijo después de que Cristóbal se había ido de la casa enojado con él. Estando en libertad, Cristóbal buscó a lo único que lo mantenía de pie, a sus hijas: Gianina y Alai, y las encontró.

Las chicas aceptaron al instante irse con su padre y escaparon con él, hartas de las mentiras de su madre y confiando en la promesa de su padre de un día encontrar a sus padres biológicos. Esto destruyó a Luz, quien tuvo a toda su guardia civil buscando a sus hijas bajo la idea de que los salvajes las habían secuestrado.

Luz se convirtió, ante las cámaras, en otra víctima de los salvajes, como les había hecho creer a todos los que estaban del otro lado del muro, al no poder encontrar a sus hijas. Toda la prensa estuvo detrás de ella apoyándola el día que supuestamente habían capturado al salvaje que se les había llevado: Cristóbal Bauer. Todo el país pedía justicia para la jefa de ministros y el peor castigo para el salvaje, y la consideraron misericordiosa al solo condenarlo a prisión.

Así, Luz le vendió a la gente la trágica historia de una madre que perdió a sus dos hijas a manos de un salvaje y que, aunque nunca las encontró, recibió justicia. Cristóbal estuvo encerrado en un penal de máxima seguridad desde entonces, para luego ser encontrado por Esperanza y Thiago.

Esperanza se desesperó para abrir la celda lo más rápido que pudo mientras Thiago aún procesaba el nombre que había visto. La última vez que lo había visto, Cristóbal era un enano brillante de 7 años con el pelo revuelto.

Cuando abrieron la celda, Esperanza abrazó a su hermano después de años sin verlo y sin evitar que las lágrimas se escaparan de sus ojos.

-Pendejo...-Alcanzó a decir Thiago, apenas volviendo de su asombro.-¿Qué hacés acá?

-Después les cuento, ahora mejor vámonos.-Les advirtió Cristóbal al ver a unos guardias cerca.

Los tres salieron del penal apenas logrando esconderse. Cuando estaban afuera escucharon las sirenas advirtiendo que había habido una fuga, así que Esperanza les consiguió un par de disfraces y los llevó al lugar que había descubierto hace poco.

-Este pasadizo lleva al otro lado del muro.-Explicó Esperanza. -Escucháme Iaio, dentro de poco son las olimpiadas y van a ser acá, van a venir urbes de todo el mundo y lo más probable es que la corporación vaya a utilizarlas para hacer propaganda. Me parece que es una buena oportunidad para una intervención creativa.

-No me puedo ir sin Mar.-Thiago se detuvo en seco.

-Para sacarlos de ahí los vamos a necesitar a todos tío, yo te prometo que te averiguo algo de ella desde acá, pero ustedes se tienen que ir, no sé si los están rastreando.

Hay otra historia escrita para no pensar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora