2 | Una propuesta inesperada

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2 | Una propuesta inesperada


Daniel

Para encontrar a las amigas de Beth, nos toca abrirnos paso entre gente que baila muy pegada, da saltitos o se lía con otra bajo las brillantes luces.

Atravesamos el salón hasta la otra punta, donde la música retumba con más fuerza por la cercanía a los altavoces. Del techo cuelga un proyector que emite destellos de colores como en las discotecas, uno de esos que parpadean y que, lejos de proporcionarme esa adrenalina para la que están diseñados, hacen que se me dificulte aún más el mantener la concentración.

—¡Estas son! —exclama Beth, inclinándose hacia nosotros.

En cuanto miramos en la dirección que señala, noto cómo James se tensa tanto como yo, pero en su caso es porque no quiere ver a Hannah ni en pintura.Todavía está enfadado con ella por habernos dado de lado sin ninguna explicación en cuanto se fue a otro instituto.

«Íbamos a la misma clase», ha dicho ella antes. Y ya está, supongo que eso es todo lo que ahora nos une: el recuerdo de habernos sentados en mesas cercanas. Como si no hubiese sido muchísimo más.

Tanto Hannah como Kylie parecen sorprendidas de vernos allí; la primera se queda seria, mientras que la segunda esboza una sonrisa que le ilumina la cara. Están con una tercera chica con una media melena rubia y unos brillantes ojos azules. Creo que es la misma a la que he visto arriba liándose con la pelirroja, aunque el rojo rojísimo de sus labios está tan intacto que puede que esté equivocado.

Esta última es la primera en hablar:

—¡Beth! ¿Dónde te habías metido?

—¡Saludaba a unos compañeros de clase! Chicos, estas son Hannah, Kylie y Phoebe —las señala a medida que pronuncia sus nombres—, y ellos son Daniel y James.

Yo esbozo una sonrisa que me queda un poco tensa a modo de saludo, mientras que James se limita a fruncir el ceño en dirección a Hannah.

—¿«Compañeros de clase»? —La pregunta de Kylie va acompañada de cierta intencionalidad que no logro entender, pero Beth se limita a asentir con su naturalidad de siempre.

—¿Queréis algo? —ofrece Phoebe, que señala una botella de ron y otra de vodka de las que había en la cocina y de las que se ha debido de adueñar en algún momento. Al lado de sofá, en el suelo, hay un par de botellas de refresco, aunque están casi vacías.

Mi amigo asiente y la chica nos llena dos vasos altos de plástico. Le muestro la cerveza que he cogido antes de salir de la cocina, pero ella se levanta y me la quita de las manos. «Esto está mejor, tú confía en mí», me dice, tendiéndome el vaso. No debería porque ya he bebido bastante, pero lo acepto igual. James se sienta a hablar con Beth en el extremo del sofá más alejado de Hannah, no sin antes lanzarle una mala mirada a esta última. A esa chica que un día fue nuestra mejor amiga.

Kylie da un par de palmaditas sobre el sofá para que me siente con ella. Al principio quiero negarme, porque de verdad tengo ganas de irme, pero tampoco me apetece quedarme aquí de pie como un idiota.

—¡Nos hemos vuelto a encontrar! —La chica sonríe en cuanto me pongo a su lado—. ¡Debe de ser el destino!

Le devuelvo el gesto.

—Eso parece. ¿De qué conocéis a Beth?

—¡Vamos juntas a natación desde pequeñas! Un año la invité a mi cumple, conoció a mis amigas del instituto y se hizo parte del grupo. Es supersimpática.

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