7 | Certificado de santo

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7 | Certificado de santo


Hannah

El sábado por la tarde, el centro comercial está tan lleno como se esperaría en un día de lluvia. Medio Hawthorn parece haberse reunido aquí y, en el instante en el que entro, la calefacción me da un golpe en la cara y no tardo en quitarme la chaqueta negra.

Cuando accedí a venir no parecía tan mala idea, supongo. Ahora, a cada paso que doy, siento que debería haberme quedado en casa.

Distingo el pelo rapado por los laterales y el moñito en lo alto de la cabeza de James incluso desde lejos. Me sorprendió mucho su nuevo look cuando lo vi en la fiesta, pero no le queda mal. No se me hace raro que esté ya allí porque, a diferencia de Daniel, siempre ha sido muy puntual.

Espera de brazos cruzados, con la espalda apoyada en la pared junto a la entrada. Se ha arreglado como si fuera él quien tiene la cita.

Aminoro el paso a medida que me acerco y descubro que se ha pasado con la colonia; huele incluso a metros de distancia. Él se percata de mi presencia y no tarda en fruncir el ceño.

—¿Qué haces tú aquí? —pregunta, cortante.

—Lo mismo que tú, sujetarles las velas a los futuros tortolitos.

James abre los ojos más de la cuenta.

—¿Cómo? Se suponía que iba a venir Beth.

—Ya, bueno, al final no puede —Me encojo de hombros—. Vengo de sustituta.

Se le escapa una risa incrédula que es más bien un resoplido. Abre la boca y creo que va a decir algo, pero justo entonces aparece Kylie entre la gente.

—¡Hola! —saluda con una radiante sonrisa—. ¿Lleváis mucho rato esperando?

—Qué va, yo acabo de llegar —respondo—. Aún falta Daniel.

—No pasa nada, lo esperamos. Todavía queda tiempo hasta que empiece la peli.

Le devuelvo la sonrisa. Ha venido monísima para la ocasión: con una minifalda plisada de color gris y un jersey marrón con el cuello alto y muy ancho. Lleva un semirrecogido en el pelo, que le cae formando ondas por la espalda, y se ha maquillado lo justo como para que resulte natural.

Kylie es muy guapa; siempre lo ha sido. Tiene una belleza dulce, inocente, con grandes ojos castaños y cara redondeada. La conozco desde que me cambié de instituto, con trece años, aunque al principio no nos llevábamos muy bien. Una parte de mí no confiaba en que toda esa ternura no fuera más que una apariencia, pero supongo que la juzgué antes de tiempo.

Durante los siguientes diez minutos, Kylie y yo hablamos de cosas del instituto mientras que James se limita a mirarme con cara de culo (algo que a mí también se me da genial, así que se las devuelvo todas).

Mi amiga, sin previo aviso, ahoga un gritito emocionado en modo fangirl que trata de contener lo antes posible y, al girarme, distingo la mata de pelo rubia y algo alborotada de Daniel. Este junta las manos a modo de disculpa y se planta frente a nosotros.

—¡Perdón por tardar tanto! Es que con la lluvia había mucho tráfico.

—No te preocupes. —Kylie hace un gesto con la mano para quitarle importancia y se le escapa una risita tonta—. Acabamos de llegar.

—¿En serio? Uf, menos mal. Bueno, ¿qué queréis hacer? ¿A dónde vamos?

—Habíamos pensado en ir a comprar algo de comer antes de entrar al cine.

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