20 | Tu mirada en la penumbra

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20 | Tu mirada en la penumbra


Hannah

A pesar de que estoy bastante segura de que la he cagado al admitir que lo bloqueé cuando dejamos de hablar, Dan no duda en mandarme su número.

Todo el rato que he estado escribiéndole por Instagram, lo he hecho sentada en la cama, con el pijama ya puesto tras llegar a casa y una manta tapándome las piernas. Ya casi es noviembre, y el clima es cada vez más frío.

Cuando guardo su número y voy a escribirle un mensaje, me fijo en su foto de perfil: sale él sentado en una roca, con las piernas cruzadas y el mar de fondo. Lleva unos vaqueros y una sudadera blanca y la capucha subida. Mira a la cámara sonriente, con los ojos castaños brillando con esa ilusión que parece siempre acompañarlo a todas partes.

Qué guapo está.

25 de octubre

Hannah, 19:14

hola! soy yo otra vez

Daniel, 19:14

Hola! 😊

Te mando el vídeo

Pero con una condición

Hannah, 19:15

cuál condición?

Daniel, 19:15

Podemos hacer videollamada mientras lo ves?

Es que quiero ver tu reacción en directo

Me pongo más recta de la cuenta por lo inesperado de la petición. Quiero decirle que no estoy en mi momento más presentable, pero me contengo al preguntarme por qué debería importarme que Dan me vea en pijama. Me ha visto con peores pintas, de pequeña. Y, además, tampoco es como si tuviese que impresionarlo.

Así que acepto y él me llama al momento. Antes de contestar, sin embargo, me paso los dedos por el pelo para, al menos, tener el flequillo presentable. La cara de Daniel aparece en mi pantalla, sonriente, y me saluda con la mano con la que no sujeta el móvil. Detrás de él veo la ventana que hay junto a su cama, por la que me escapé la mañana después de la fiesta de Cris.

—¡Hola! —exclama, y la forma en que los ojos se le iluminan hace que el corazón me lata más rápido de la cuenta—. El vídeo se está enviando.

—Hola —respondo. Creía que se había enfadado conmigo por lo que le había dicho, pero, si ha sido así, no lo aparenta en lo más mínimo—. Me acaba de llegar. Voy a ponerlo.

—Sé sincera, ¿eh? No me dejes hacer el ridículo, que me ve mucha gente.

—Que sí, que sí. —Me río—. Protegeré tu honor, no te preocupes.

Él asiente y esboza una mueca que me da a entender que, a pesar de su sonrisa, en realidad sí que está un poco nervioso. Aun así, he visto casi todos los vídeos que ha subido a TikTok —que no son pocos— y me cuesta creer que su voz pueda sonar mal; todas sus versiones me gustan más que las originales.

Lo aviso de que voy a poner el vídeo y, al hacerlo, compruebo que es algo distinto a los que suele grabar: en lugar de estar frente al piano o con la guitarra, está sentado sobre la cama, con las piernas cruzadas y un ukelele entre los brazos. Entona As It Was, y su voz es tan dulce como de costumbre. Veo su cara llena de curiosidad y expectación en la esquina de arriba de mi pantalla, y compruebo que es el mismo ángulo y que lleva la misma camiseta marrón de mangas cortas y el pelo igual de revuelto; sí que debe de acabar de grabar ahora mismo.

Entre líneas | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora