34 | El calor de la Navidad
Daniel
Nunca he visto una mayor sonrisa de satisfacción que la de Carol cuando, en la comida de Navidad, le cuento que estoy saliendo con Hannah.
Sí que se ofende un poco por ser la última en enterarse, pero lo pasa por alto diciendo que, en su corazón, fue la primera en saberlo.
—No me lo puedo creer: he llevado razón todo este tiempo. —Se lleva las manos a las mejillas, sin parar de sonreír—. Por fin nos habéis convertido en familia a Debbie y a mí. ¿Te acuerdas de cuando bromeaba sobre cómo acabaríais juntos y te ponías como un tomate?
—Pues fíjate, yo creía que a Hannah le hacía tilín James —interviene mi madre, sirviéndose más puré de patatas—. Daniel, nene, no me mires así. Me gusta más que esté contigo, pero me parecía que hacían una pareja mona.
—No lo estás arreglando.
—Déjala, Dan. Siempre ha sido igual de torpe para ver lo evidente. —Carol se ríe; se lo está pasando bomba con la conversación—. ¿Y tú por quiénes apostabas, papá?, ¿por James y Dan?
Mi padre alza las cejas y menea la cabeza con desaprobación, aunque en su mirada se cuela un gesto de diversión.
—Yo no emparejaba mentalmente a críos de doce años. Y menos a mi hijo.
—¡Gracias! —Alzo los brazos—. ¡Por fin una respuesta normal!
Los cuatro nos reímos, sobre todo Carol, a la que todavía no se le quita esa sonrisilla orgullosa de los labios. Luego, mi padre se acuerda de contarnos algo que le pasó en el trabajo unos días antes y la conversación se desvía durante el resto de la comida. De fondo, mi madre ha puesto villancicos y en la tele hay una película navideña a la que no hacemos demasiado caso.
Desde que Carol se fue para la universidad no estamos los cuatro juntos muy a menudo. Antes, en casa la Navidad no era mucho más que una fecha en la que comer más de la cuenta, pero ahora los reencuentros la han convertido en un día más especial.
Cuando los platos se vacían, nos quedamos un rato más hablando y riéndonos de anécdotas que a estas alturas deberían estar más que desgastadas, pero que siguen haciéndonos reír hasta que nos duele la cara. Más tarde, recogemos la mesa entre todos y nuestros padres se cambian para ir a tomar un té con los vecinos.
Una vez nos quedamos solos, Carol propone dar un paseo para bajar tanta comida. Antes de salir, le escribo un par de mensajes a Hannah para contarle lo que ha dicho mi madre sobre ella y James; creo que le hará gracia. No me ha respondido desde esta mañana, pero debe de estar ocupada con su familia.
Luego, dejo el móvil en el salón y me pongo el abrigo para irnos. Fuera el suelo aún está húmedo por las últimas lluvias, con algunos charcos cubriendo el asfalto y las aceras. Nuestra urbanización está un poco alejada del centro, por lo que no hay mucha gente fuera; es un lugar tranquilo para pasear, lleno de casas suburbanas y calles anchas.
—Oye, volviendo a lo de antes, y bromas aparte: me alegro muchísimo de que estés saliendo con Hannah. Espero que os vaya genial, enano.
No puedo evitar sonreír.
—Yo también lo espero. Este curso está siendo... muy movidito. Al menos, parece que las cosas ya se están calmando.
—El último curso de instituto siempre es intenso. —No hace falta que me diga más para saber que está hablando desde la experiencia—. Solo el hecho de ser el último ya lo hace distinto al resto. Acabar el insti es un cambio importante.
ESTÁS LEYENDO
Entre líneas | ✔
Teen FictionDaniel y Hannah. Dos amigos de la infancia que se han distanciado. Una canción guardada en el cajón. Palabras ocultas entre líneas. Un reencuentro que lo cambiará todo. Dan no entiende por qué su mejor amiga desapareció de su vida hace cuatro años...