30 | En busca de soluciones

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30 | En busca de soluciones


Daniel

Pensar en hablar con mis padres del vídeo se me antoja de lo más complicado que he hecho en la vida.

De todas formas, me obligo a hacerlo antes de comer, cuando James y Hannah se marchan —llevándose bastante mejor que cuando me quedé dormido, por algún motivo—. Después de despertarme, ambos han seguido animándome y convenciéndome de que en nada todo volverá a la normalidad. Y aunque la ansiedad no termina de irse y lo último que quiero es volver a clase el lunes, sí que siento el nudo del pecho un poco más ligero.

Carol me ha llamado varias veces; seguramente porque ella también ha visto el tiktok de Kylie. Como sé que debe de estar muy preocupada, le envío un audio prometiendo que se lo contaré todo más tarde, pero que no le diga nada a papá y mamá. No quiero que se enteren por nadie que no sea yo.

Aun así, tras bajar las escaleras y despedir a mis amigos, me tomo unos segundos de más antes de hablar con mis padres. Las piernas me tiemblan, pero también puede tener relación con que llevo casi veinticuatro horas sin comer nada. No sé cómo sacar el tema, así que me apoyo en el marco de la puerta del salón y miro a mis padres: él está sentado en el sofá mientras ve un partido un fútbol; ella tiene una manta en el regazo y lee un libro de romance de esos que tanto le gustan.

Y sé que o arranco la tirita sin pensar demasiado, o no seré capaz de hacerlo.

—Hola —digo con suavidad, llamando la atención de ambos—. ¿Estáis ocupados?

—No, claro que no. —Mi madre da unas palmaditas en el sofá para que me siente entre ellos. Lo hago y me tapa un poco con la manta. Lo agradezco, porque tengo el cuerpo cortado—. ¿Te encuentras mejor, tesoro?

—Más o menos. En realidad anoche no estaba enfermo, es que... Es que ha pasado una cosa.

Mi tono de voz enciende todas sus alarmas. Mi padre es el primero en hablar:

—¿En el instituto?

Veo cómo se tensan de inmediato a la espera de una respuesta. A Carol le hicieron bullying en el colegio porque en su clase había algunas niñas que eran unas imbéciles. Yo tuve mucha más suerte, porque tenía a Hannah y James conmigo y había buen ambiente con los compañeros. Aunque para cuando mi hermana entró al instituto las cosas mejoraron y encontró su sitio, nuestros padres siempre han convivido con el miedo a que la historia se repita.

—No, no exactamente.

—¿Entonces?

Cojo aire para calmar el latido desbocado de mi corazón y empiezo a hablar. Me remonto al principio, desde la fiesta en la que conocí a Kylie hasta la discusión en Bristol, saltándome a propósito algún detalle de por medio. Les hablo del vídeo que ha subido ahora que sabe que salgo con Hannah y me vengo abajo una vez más al decirles que no soy capaz de dejar de mirar los comentarios, las cosas horribles que me llaman y el miedo que me da que no paren nunca.

También les pido que, por favor, no miren el vídeo. Ellos lo comprenden, y me dan un abrazo tan fuerte y tan largo que mantiene todos mis pedazos en su sitio, e incluso me recompone un poco.

—Gracias por contárnoslo. —Mi madre me da un beso en la coronilla—. Sé que hay cosas de las que no es fácil hablar.

—¿Quieres que pidamos comida china y pensemos en qué se puede hacer para solucionarlo?

Asiento con la cabeza. A pesar de que están preocupados y que no le quitan importancia al asunto, el hecho de que no reaccionen como si fuera el fin del mundo me hace sentir que, de verdad, las cosas van a volver a estar bien de nuevo.

Entre líneas | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora