4 | De tiktoks y desayunos

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4 | De tiktoks y desayunos

Hannah

Lo primero en lo que pienso al despertar es que esta cama es muchísimo más cómoda que la mía.

Luego, me estiro y abro los ojos. No sé qué hora es, pero por la luz que se cuela por la ventana, no parece muy temprano. Busco el móvil a tientas y lo encuentro a un lado del colchón: las nueve y media de la mañana.

Me asomo al borde de la cama. Daniel duerme sobre la manta que yo misma tiré anoche sobre la moqueta, abrazando la almohada y con el edredón cubriéndole los hombros.

Lo observo algo mejor, ahora que está dormido. Su rostro está relajado por completo, suavizando su expresión, y algunos mechones rubios le caen por la cara; tiene el pelo lo bastante crecido como para que se le comiencen a formar unos suaves rizos. Por otro lado, la línea de su mandíbula está más definida de lo que recordaba.

Sería imposible negar que Daniel Hudson se ha vuelto más guapo con los años. Mucho más guapo.

Se mueve en sueños, porque ni siquiera dormido es capaz de quedarse del todo quieto.

No lo puedo evitar: me quedo un poco embelesada con las pequitas que le cubren la nariz y las mejillas. Son tan claras que apenas se notan, pero, de pequeña, a veces me entretenía contándolas. No sin cierta maldad, le pedía que se quedara muy muy quieto para no perder la cuenta. Él hacía lo que podía, pero no pasaba ni un minuto hasta que se desesperaba y necesitaba moverse, y yo protestaba por tener que empezar de nuevo.

El timbre de la casa suena y me incorporo de golpe, sobresaltada. Daniel no se inmuta ni cuando se abre la puerta principal.

—James, buenos días —dice una voz masculina que reconozco como la del padre de Daniel—. Creo que Dan sigue dormido.

—A eso he venido, a despertarlo.

Mierda mierda mierda mierda mierda.

—Daniel, pss —lo llamo—. Eh, despierta.

Me levanto de un salto e incluso le doy con el pie en el muslo, pero nada. No se cosca.

En la planta de abajo, su padre se ríe. Me apresuro a ponerme los botines negros. Como James me encuentre aquí, a ver cómo coño se lo explicamos sin que piense otras cosas muy diferentes. No parece tenerme mucho aprecio ahora mismo, así que prefiero que no me pille en la cama de su mejor amigo.

Uf, eso ha sonado fatal.

—Pues ya sabes dónde encontrarlo.

La puerta de abajo se cierra y los pasos de James resuenan al subir por la escalera.

Me subo a la cama casi de un salto, abro la ventana y salgo de allí con menos cuidado del que debería. Menos mal que no se me ocurrió ponerme tacones, o fijo que me habría roto un tobillo.

Ya sobre el tejadito de la planta baja, oigo cómo se abre la puerta de la habitación, y apenas tengo el tiempo justo de pegarme a la pared para que James no me vea.

—¿Qué cojones...? Tío, ¿qué haces en el suelo?

—¿Uhm?

No puedo creer que, con todo este jaleo, en serio acabe de despertarse.

—¿Qué haces aquí? —pregunta Daniel, con la voz ronca por el sueño.

—Coño, que estaba preocupadísimo. ¿Cómo se te ocurre largarte sin decir nada, pedazo de burro? Te he escrito como veinte mil mensajes.

Así que no lo avisó. Muy bien, Daniel.

—¿En serio has venido tan temprano solo para echarme la bronca?

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